REVISTA HISTÓRICA
Publicación del Museo Histórico Nacional
Año XLIL (2.a época) - Tomo XVI, - Montevideo, Diciembre de 1948, - Nos. 46 - 48
Artículos Originales
Los Corsarios de Artigas
CAPÍTULO Y Reacción ante el corso artiguista
I Pérdidas sufridas por la navegación portuguesa
Las noticias sobre los cruceros de los corsarios de Arti- gas eran, hasta ahora, escasas, Lenta, pero seguramente, he- mos logrado, sin embargo, ir desentrañando del pasado el tránsito de aquellos veleros que llevaron a cabo la más gi- santesca campaña que la imaginación pueda concebir,
Librados a su suerte y a sus propios medios, corrieron, en efecto, infinitas aventuras, algunas de elias dienas de fi- gurar por cierto, en la foja del más brillante eapitán. Puevon aves de presa que atacaban eon saña y enya audacia sólo podía ser contenida con la superioridad de las bocas de fuego. Difundieron en cuanto puerto llegaron la noticia de la exis- tencia en el Atlántico Sur de una nación que quería ser libra y que luchaba por conseguirlo. Y, en el mar, eon las armas en la mano, sus tripulantes defendieron su pabellón e infnn- dieron el terror a las flotas mercante y de guerra enemigas, Tal constituyó el fin a que estaba destinada la campaña na- val corsaria,
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La prensa de la época y los historiadores portugneses y brasileños, sin excepción alguna, señalan claramente el papel que los corsarios desempeñaron y los perjnicios tremendos que padeció el comercio portugués. El tráfico de éste sufrió pérdidas cuantiosísimas, pues los corsarios lo atacaron en to- das partes, ya que no se limitaron al Río de la Plata o a las costas del Brasil, sino que se lanzaron al océano y, en el lito- ral europeo y africano, hicieron presas de extraordinario va- lor, tomándose grandes navíos que se dirigían de las In.lias a Lisboa.
Los historiadores portugueses y brasileños, al hacer la historia de tal período, se expresan con acritud sobre la cam- paña corsaria. Los más grandes de ellos no han escatimado cargos al enjuiciarla, Juan M. Pereira da Silva, por ejemplo, manifiesta lo siguiente: ‘“‘ Artigas decidió armar corsarios que devastaran los ríos y mares y eausasen daños considerables al comercio brasileño. Armó, equipó y despachó en la Colonia del Saeramento algunos navíos eon Cartas suyas, quc ileva- ron a eabo una serie de aprehensiones de bareos mereantes y levantaron un corro de quejas de los súbditos de Juan VI. No poseía el gobierno de Río de Janeiro embarcaciones de guerra suficientes que patrullaran eficazmente y tranquili- zaran los mares, Luego de ésto, y previniendo actos semejan- tes, fué compelido a establecer el sistema de convoyes que atrasa y agrava las transacciones comerciales y los viajes ma- rítimos. Trató de destruir los corsarios por todos los medios de que disponía y aliviar particularmente al Río de la Plata de sus tropelías, donde eran tan sensibles y perjudiviales que semejaban un bloqueo a los puertos que le estaban subordi- nados y radiaba el grueso de las tropas.
Recibió el Teniente General Leeor orden para salir de Montevideo, apoderarse de las márgenes del Río Uruguay y abrir francas comunicaciones con la Capitanía de Río 'iran- de por mar así como por el Río Uruguay, de modo de con- centrarse sobre el enemigo en la campaña de la Provincia Oriental y dar fin a sus fuerzas. Partieron algunas tropas a órdenes de Manuel José Rodríguez que tomaron la Colonia, Paysandú y otros pueblos menores de ambas márgenes iel
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Uruguay, impidiéndose por este hecho a los partidarios de Artigas las relaciones maritimas.
Tomáronse en el mar, y luego de muchos destrozos cau: sados, los corsarios aparejados en la Colonia del Sacramento. A falta de puertos propios en los que se armasen, exeitó el afán de lucro ilícito de pueblos extranjeros para que arma- ran en sus países nuevos corsarios que se munieron de Cartas y documentos verdaderos o simulados de José Artigas y con- tinuaron las depredaeiones eomenzadas y dirigidas contra el comercio y la libre navegación de los barcos mercantes cubiertos por la bandera portuguesa,
Pasaron, así, los corsarios, del Río de la Plate y mares adyacentes al Océano Atlántico que infestaron entera y au- dazmente, perturbando y perjudicando el tráfico de los súb- ditos de Don Juan VI y, con particularidad, los viajes reci- proeos entre Portugal y Brasil. Tornáronse notables en esta práctica y usos condenados por la moru y el derecho de gentes, los pueblos amerieanos del Norte, y, eon especial ver- güenza, los moradores de la ciudad de Baltimore en la Re- pública de los Estados Unidos.
Armábanse allí, equipábanse y tripulábanse navíos ve- leros que levantaban en el mar la baudera de Artigas, cru- zando por todas partes como corsarios orientales en procura de embarcaciones mercantes portuguesas a cuyo bordo eveon- traban recursos abundantes y valiosos cargamentos.
Las plazas de Río de Janciro, Pernambuco, Bahía, Opcr- to, y Lisboa sufrieron pérdidas y daños lamentables. Vieron casi a la vista de sus barras y fortalezas hacer presas que la miserable especulación americana cometía con toda desapren- sión. Llevábanse las presas a los puertos de las islas del Golfo de Méjico y para las bahías de los Estados Unidos. Recibían- las los habitantes de Baltimore como objeto de negociación legítima y medrábase a eosta de la propiedad y los bicncs de los súbditos de un soberano con quien estaban en paz y armonía, para eon quien debían guardar la más eserupulosa neutralidad, Vendíanse públicamente cargamentos y navíos con la mayor imprudencia e ignominia," ! A su vez, José
1 Juan M, Pereira da Silva, obra citada, tomo IV, pág. 90 y Siguientes,
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Francisco da Rocha Pombo dice que el Jefe de los Orientales lanzó sus corsarios *'a dar caza a los barcos mercantes por- tugueses que desprevenidos cruzaban el Atlántico haciendo el comercio del Brasil con la costa africana y aún de la India con las plazas de Europa," 2 Carlos Calvo ha sabido, por el contrario, emanciparse del prejuicio partidario y, al estu- diar el corso artiguista, nos da una impresión muy exacta del movimiento corsario, “Esta medida —eseribe— tuvo tan buen éxito que, en poco tiempo, creció de un modo temible para el comercio portugués, el número de buques armados en corso,
Las presas que se hacían eran vendidas públicamente eu los puertos de la Unión Americana, eon especialidad en Bal. timore, a euyo Estado pertenecía e] mayor número de bu. ques patentados, La eseuadra de Don Juan VI era impotente no sólo para impedir los efectos ruinosos que producía a su comercio esta clase de hostilidades, siuo que fué necesario re- ducir a convoyes los buques que hacían el comercio, protegi- dos por numerosos buques de guerra. En esta situación in- quietante el General Lecor recibió orden de reunir todas sus fuerzas y apoderarse de la costa y del puerto de Colonia para alejar todo pretexto al Gobierno de la Unión, sobre el derceho de beligerante reconocido a Artigas.
Los mercados de Río de Janemo, Bahía, Pernambuco, Oporto y Lisboa sufrieron pérdidas considerables, llegando cl arrojo de los corsarios orientales hasta el caso de apode- rarse de las cmbarcaciones portuguesas foudeadas en sus puertos y aún bajo el fuego de las baterías." è Y estudian. do, luego, las reclamaciones del monarca portugués ante los soberanos de Europa y Ja Unión Americana, y el éxito que obtuvo al sancionarse en el Congreso la ley sobre corso de 3 de marzo de 1817, que prohibía el armamento de los cor- sarios en los puertos de la Unión, y la posterior declaración
2 José Francisco da Rocha Pombo, “Tistoria do Brazil”, Río de Janeiro, 1905, pág. 534.
3 Carlos Calvc, "Anales Históricos de la Revolución de la América Latina” Paris, 18564, tomo IV, págs. 287, 288 y 289
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sobre Ja admisión de presas y devolución de las que estabau fondeadas en los puertos para ser sometidas al juicio perti. neute, agrega: “Todas estas medidas contuvieron por un mo: mento, pero no disminuyeron el número de los corsarios. Bal. timore siguió siendo el centro de esos armamentos que, aun- que se hacían con más reserva y salían del puerto en perfecta regla, arbolaban el pabellón de Artigas luego que estaban en alta mar. Impedidos de conducir las presas que hacían a los puertos de la Unión adoptaron un medio más expeditivo, el cual se reducía a trasbordar los cargamentos apresados a sus propios buques e incendiar los cascos portugueses luego que quedaban descargados, dirigiéndose en seguida, con pa- peles supuestos, a los Estados Unidos donde sus mercaderías encontraban una fácil y lucrativa colocación.” 4
Xl corso que, de ninguna manera podia ser interrumpi- do, perdió, sin embargo, la agilidad ordinaria, ya que los corsarios salían para un crucero que, fatalmente, estaba li- mitado a la eapacidad de sus bodegas, Y, una vez llenas óstas, debían aquéllos volver a puerto donde los comerciantes, cono: cedores del origen de las mercaderías, hacían excelentes ne- gocios. :
Esta fué la eausa de la derivación que sufrió el corso hacia los Antillas, donde las plazas eran acogedoras y las transacciones comerciales rápidas y sin inconvenientes lega- les, El corsario podía enviar allí sus presas sin temores y sin tener que disimular su origen como en Jos puertos de la Unión.
Pereira da Silva se expresaba así de las medidas toma. das en Jos Estados Unidos: “Aminorábanse, pero no se ex&tin- guían definitivamente las calamidades de los piratas. Conti- nuaron saliendo, particularmente de Baltimore, navíos que aparecían regularmente con navegación y destino y que en cl mar persistían en levantar la bandera de Artigas, en mos- trar documentos y Cartas de eorso, en apresar las embarca- ciones mercantes portuguesas, Los habitantes de Baltimore
4 Idem, ídem.
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perseveraron en dejarse arrastrar por las ganancias ilícitas sin atender a la debida calificación del procedimiento, a la ley del país y a la atención debida a una nación amiga. No pudiendo admitir en sus puertos las presas efectuadas, con- tentáronse eon pasar en alta mar a sus embarcaciones los eat- gamentos de los navíos aprehendidos que ineendiaban apenas descargados.
Simulábanse papeles para cubrir las mercaderías roba- das, que encontraban así compradores en las ciudades de los Estados Unidos de Norte América, modificando las señales y marcas originales.” 5
Para robustecer ia convicción, del perjuicio causado por los corsarios de Artigas a Portugal, comparable sólo en volu- men al que Estados Unidos causó a Inglaterra durante la guerra de la Independencia, transeribiremos otra opinión bra- sileña, la del historiador Constancio:
“Artigas, que ya no poseía un puerto de mar, avruinaba el comercio portugués concediendo Patentes a los corsarios o mejor dicho a los piratas, easi siempre americanos, que eu- brían el océano y que descaradamente enavbolaban la bandera de Artigas, sin contar muchas veces en su tripulación un solo natural del Río de la Plata o de las márgenes del Uru- guay. La incuria y la incapacidad del Ministerio toleraron por muchos años esas depredaciones, sin tentar medio alguno eficaz para poner fin a tan infame sistema tolerado por el iobierno de los Estados Unidos con todo escándalo. Esta malhadada conquista de la Banda Oriental costó caro a Por- tugal y al Brasil?! 6
Estas duras erítieas al Ministerio tenían su origeu en una aparente irresolución en el planteo de la reacción contra el corso, pero debemos manifestar que en Río de Janciro se tomaron las medidas que la situación vequería y que cllas,
5 Juan M. Pereira da Silva, obra citada, tomo IV, pág. 94
6 *'Historja/ Do Brazil,/ Desde/ o seu Descubrimiento por Pedro Alvares Cahral/ até á Abdicacio Do Imperador D. Pe: dro I;/por/Francisco Solano Constancio”, París, 1839, tomo Il, págs. 215 y 216,
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por diversas causas, se vieron desamparadas del éxito, mos- trando a la flota portuguesa impotente para contrarrestar el poderío de los corsarios.
Lecor, desde Montevideo, clamaba por una escuadra que respondiera a la realidad de la lucha en el río y que le per- mitiese actuar con una mínima solvencia en la protección del tráfico comercial. Los corsarios lo tenían bloqueado en la ciudad. La plaza experimentaba penurias imposibles de eonecbir en una tropa victoriosa, que había derrotado eu cada acción seria a los ejércitos del Protector. Pero, ya al final del año 1817, se veía obligado a confesar la realidad que, libre de subterfugios, aparecía en el oficio que enviara a la Corte el 2 de febrero de 1818, en que daba cuenta de la pe nosa situación económica de Montevideo y sus temores de que ella se aumentase por cuanto ““un hormiguero de corsarios tenía obstruídas las comunicaciones de este puerto con los del Brasil, eon grande pérdida para el comercio nacional por los muchos mercantes que por cierto caían en manos de los cruzadores””, T
Fué el momento en que el corso en el Río de la Plata llegó a un grado tal de popularidad que los corsaristas de Buenos Aires se mostraban recelosos del gobierno de Pueyrre- don por sus contemplaciones eon Lecor, al mismo tiempo que no ocultaban su diseusto porque, siendo el comercio del Bra- sil rico y tentador, no podían apresarlo con la Patente do Buenos Aires que no se decidía a declarar la guerra a Por- tugal. Las dos causas fueron ercando el clima especial que llevó a Brackenridge a expresar: “como el Gobierno no po- dría ser estimulado a entrar en guerra con Portugal, los cor- sarios se alistarían bajo la bandera de Artigas”, 8
El Ría de la Plata y el océano habían dejado de ser las aguas tranquilas por las que pascó su escuadra el Conde de Viana, cuando apoyaba por mar la marcha del general Lecor. Era el momento en que los barcos mercantes ingleses y ame-
T Biblioteca Nacional de Río de Janeiro, documentación citada, 1817-1819, Legajo 1, 10-1-55, N.os 40 y 41. 8 Enrique M. Brackenridge, obra citada, pág. 286.
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ricanos que llegaban a estas latitudes corrían serios riesgos, no porque pudieran ser apresados, sino porque estabau ex. puestos al inconveniente de no conseguir retornar por la deserción de sus marinerías, que buscaban la incorpuración a los corsarios.
El propio Artigas lo había puesto en conocimiento del Gobernador de Santa Fe, cuando le hacía saber: “Los ingle ses están empeñados en formar corsarios para expulsar a Jos portugueses del Río de la Plata”, 1
El Coronel Maler, que ya hemos mencionado como ob- servador francés radicado en Río de Janeiro, tenía a su go- bierno al tanto de lo que ocurría en el Plata y, respecto al corso y sus resultados, hacía saber a su gobierno que: ''Los corsarios van a enusar más perjuicio al comercio portugués que al de España'”, 10
Fué, el Coronel, uno de los personajes que tuvo el conc cimiento más claro de lo que el corso en cse momento jm- portaba, pero, aunque haya sido uno de los que mejor captá esa realidad, no comprendió lo que significaba el corso en la lucha que sostenían los sudamericanos, no atinó a compene: trarse de sn legitimidad. Vió el problema con criterio curo- peo, conservador y reaccionario, El 20 de agosto de 1818 oficiaba, así, al Duque de Richelieu haciéndole saber que: “los diversos piratas que infestan estos mares bastante im- prudentemente, me privan del honor de poder trasmitir a V, E, con regularidad, en estos momentos, la continuación de la Gazeta de Buenos Aires Todos los números y la corres- pondeneia que fueron confiados a los buques de comercio fueron robados eon los navíos por los corsarios y no pude salvar sino el número 81 del 29 de Junio que me trajo el brick de S. M. Británica ''Iearus?', 11
9 José Artigas a! Gobernador de Santa Fe, oficio del 3 de junio de 1813, publicado ev "Vida/ del Brigadier/ D. José Jera vasio Artigas/ fundador de la Nacionalidad Oriental/ escrita/ Por D, Isidoro de Maria/ Gualeguaychú/ año de 1860/ Imprenta de De María y Hermano”, pág. 30.
10 Hugo D, Barhageiata, obra citada, pág. 84.
11 Idem, ídem, pág. 146.
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En el año 1819 ia situación había hecho crisis, la comu- nieación con Europa era casi imposible, El Barón de Portal, en setiembre de ese año, no podía ocultar que la situación de la navegación portuguesa era angustiosa y que “el buque de Londres es la única comunicación directa entre el Brasi; y Europa?" t2 |
El mismo Coronel Maler, refiriéndose a los perjuicios que el corso causaba a Portugal, decía: “desde hace algún tiempo Jos piratas no se contentan con robar, sino que hacen el mal por el placer de hacerlo. 11 brick portugués ““Guadalupe”” fué echada a pique por el corsario de Buenos Aires “Maipo” que tiene patente de Artigas. Otro navío portugués, cl “Pa- quete de Bahía”, fué quemado cerea de esta ciudad, en una palabra Monseñor, el comercio portugués sufre cada día pér didas más sensibles" 13
Eran, sin embargo, noticias esporádicas de la realidad que significaba la actividad de los corsarios en el Atlántico Sur, donde, además del “Maipo” -—que era el “Irresistible” patentado por Artigas—, actuaban otros corsarios que ha- bían abandonado a Buenos Aires. Concuerdan las noticias anteriores con lo que manifiesta Armitage al estudiar la campaña eorsaria: ““Autorizó la piratería contra los portu- gueses con lo que aniquiló el comercio costero con las pro vincias del Sur " 14
La prensa de la época expresó la opinión que le merecía la medida dispuesta en Purificación, y ella trasuntaba no sólo el pensamiento de las autoridades, sino que también ponía de manifiesto un estado de espíritu que era general eu todo el Brasil,
"Se tiene averiguado que Artigas tiene ahora por lo menos 16 corsarios con su baudera, casi todos armados en
12 Barón de Portal al Marqués Dessalle, informe confiden clal del 21 de setiembre de 1819, publicado por Hugo D. Bar- bagelata en su obra citada, pág. 147.
13 Hugo D. Barbagelata, obra citada, pág. 146.
11 Juan Armitage, “Historia do Brazil”, Río de Janeiro, 1837, pág. 208,
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Baltimore, y algunos de ellos nunca estuvieron en el terri- torio de Artigas, que es la Banda Oriental del Rio de la P!a. ta. Las Presas tomadas por estos piratas nunca son condena- das, pues son descargadas en el mar o enviadas a lugares remotos, donde sus armadores envían barcos que se hacen cargo de las cargas. Estos cargamentos eutran en los puer- tos de Santo Tomás, San Bartolomé, Santa Cruz, ete. y sa calcula que a los pacíficos portugueses les han sido robados por estos piratas de cuatro a cinco millones de dólares. Estas noticias no dejan duda slgvna sobre la naturaleza de los robos que ha sufrido el comercio portugués, bajo el pretexto de las hostilidades de Artigas. Este Jefe Insurgente, no tie- ne ningún puerto de mar: ni aún oeupa un territorio fijo, andando siempre desplazándose en el país llamado de Entre Ríos, que queda entre el Río Paraguay y el Uruguay, acom- pañado de sus hordas do salteadores. No tiene tribunales de Almirantazgo para condenur sus presas ni lugar donde se pueda sustaneiar un proezso. Los Corsarios son armados en país extranjero o neutral. De aquí surge, que, lejos de poder- se estimar semejantes apresamientos como legítimos actos de guerra, sólo son robos de piratas sin nmeuna responsabilidad legal, ni aún autorizados por el Jefe de bandidos, Artigas, el eual ni territorio suyo posee, ni Gobierno establecido, en los lugares que ocupa, ni tribunales de Almirantazgo u otros de Justicia, que legalicen sus actos entre los Pueblos que están sujetos a su poder militar.
Es por lo tanto claro que los ciudadanos de los Estados Unidos que se hau empeñado en estas empresas eon autort- zación de Artigas son veos del crimen de piratería y por lo tanto pasibles de castigo por cualquier nación que los aprisio- ne, siguiendo la reconocida práctica del derecho de gentes, entre las naciones civilizadas. Mucho más los debe castigar el Gobierno, cuyos súbditos son, porque estos actos criminales comprometen su neutralidad. Así es que esperamos que los procedimientos comenzados ahora en los Estados Unidos, con- tra los armadores y propietarios de tales piratas tenderán al castigo de los delincuentes y a la represión de tales actos para el futuro. Por otra parte, el Gobierno Portugués debía ha-
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berse preparado para este ataque, luego que comenzó la gue- rra eon Artigas, aparejando suficiente número de guarda-eos- tas, para no fiarse solamente en la Justicia que le han de hacer más tarde los Estados, donde se refugian los corsarios, los que para probar que son piratas, basta observar que no son recibidos en los puertos de los demás Insurgentes de la América Española,?* JF
Las transeripciones que anteceden muestran a qué ex- tremo alcanzó la actividad de los corsarios, producto de una disposición tomada en un momento en que había que lanzar contra el invasor enseñoreado del país todas las fuerzas dis- ponibles, y buscar afuera, aliados poderosos. Ellos llegaron. Los marinos de los Estados Unidos y, entre todos, los de Bal- timore, realizaron la hazaña, imposible de conmover y des- concertar a un poderoso imperio.
Pensemos, para juzgar la actitud de los corsarios de Ar- tigas, que quien prestigió la acusación de piratería entre las distintas potencias, la Canciliería portuguesa, fué quien au- torizó, también, la campaña exterminadora llevada a cabo por sus ejércitos en el Plata y en las Misiones 1% y la que, cuando un tembler subterráneo y febril, empezó a corroer la entraña política de Brasil, ahogó en sangre la primera in- tentona en Pernambuco.
La acción de los capitanes corsarios, desarrollada desde las Falkland hasta Finisterre, desde Boston en los Estados Unidos hasta Angola en Africa, y aün hasta en el Mediterráneo, proclama la magnitud de la hazaña eumplida. Sólo debemos agregar que, en la dilatada extensión de los mares, forjaron la férrea arquitectura de un sistema defen- Sivo que inutilizó las fuerzas navales de Portugal y de Es- paña y las agotó, al punto de tornar vanos los esfuerzos do
16 “Correio Brazilieuse ou Armazem Literario”, Londres, 1818, volumen XXI, N.° 125, pága, 463, 464 y 465.
16 Mario A, Herrera, “La Provincia de Misiones", Buenos Alres, 1945, págs. 61.69, Transcribe de “Memoria histórica del Regimiento de Infantería de Santa Catalina”, de Almeida Coelho, la opinión del autor sobre este hecho.
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los españoles para reconquistar sus posiciones en América, y de hacer que los portugueses dudaran si la conquista de la Provincia Oriental significaba un éxito o un fracaso.
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Reclamaciones de Portugal
Portugal, estrechado por la aeeión de los corsarios, lu- chó denodadamente para mantener su supremacía en ¡las grandes rutas comerciales y, más adelante, buscó los medios que le permitieran eliminar tan poderoso como eseurridizo adversario, ^
En este sentido, es notable el movimiento diplomático iniciado por la cancillería de Río de Janeiro. Sus ramifica- ciones aleanzaron todos los eentros polítieos de real interés, Reveló, asimismo, una superioridad intelectual digna de ser anotada y un perfecto conocimiento del problema, mostrando, también, audacia v, al mismo tiempo, un sentido práctico remarcables, Y orientó, con tanta habilidad como prudencia, sus reclamaciones, siguiendo, sin apartarse un ápice, una línea de conducta fundamental que radicaba en la elimina- ción de los medios que permitían a Artigas impulsar el corso,
Estados Unidos se había declarado neutral en el con- flicto de la independencia sudamericana. Esta posición, fir- memente sostenida, estaba determinada por la idea de la Se- eretaría de Estado de la Unión de que las provincias espa- fiolas insurreccionadas tenían necesidad de que hubiera al. guien en Europa que prestigiara su rebelión y solicitase con eficacia el reconocimiento del derecho de los pueblos hispano americanos a la independencia,
Aprovechando esa neutralidad de los Estados Unidos, la Cancillería de Río de Janeiro inició las gestiones ante la Se- eretaría de Estado para lograr la exclusión de los corsarios de Artigas en los puertos de la Unión. Los capitanes eor- sarios llegaban a los puertos del norte, como hemos dicho, a depositar las naves y mercaderías apresadas, así como para
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reparar y munieionar sus bareos.
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El gobierno se encontraba estrechado entre la simpatía que despertaba el movimiento revolucionario y la posición de neutralidad declarada. La situación internacional deter- minó su actitud final, disponiendo la aplicación estricta de las leyes de neutralidad sancionadas.
Era para Portugal un éxito relativo, puesto que sabía bien que la ley iba a ser violada; pero era, también, el pri- mer paso fivme hacia el logro de sus aspiraciones.
La Cancillería portuguesa volvió entonces, sus ojos a Europa.
Allí, la situación era otra. La caída de Napoleón había determinado un nuevo planteamiento polítieo inspirado en las directivas de la Santa Alianza, que proclamaba su dere. eho a restaurar a los soberanos legítimos, e intervenir con las armas para mantener la nueva situación creada.
En distintas oportunidades se afirmó y concretó este principio. En el año 1818, se reunió el Congreso de Aix la Chapelle. Al iniciarse las sesiones, las relaciones entre Por- tugal y España cran tirantes, ya que cl primero estaba tra- tando de apoderarse de un territorio que originariamente había sido español y al que España reivindieaba en cada oportunidad que de éi se tratara. Esto hacía que el problema del corso que los representantes de Juan VI querían resol ver, se acreciera y complicase, La situación, en lo que se refería a las demás potencias, era también confusa y las sesiones se iniciaron en un clima de expectativa.
Este Congreso tiene, eon respecto a América, uua in- portancia mucho mayor de la que generalmente se le asigna, por los problemas que en él se debatieron.
En tal sentido, se determinó la actitud de Europa frente a América a propósito de la insurrección de las colonias es pañalas, del corso, y de la solicitud de intervención de Por- tugal para conjurarlo.
Los Estados Unidos fueron sondeados alrededor de la cuestión más grave, el corso, puesto que, en virtud de su actitud inoperante frente a los corsarios, era que reaeeiona- ban Portugal y España y, a su influjo, las potencias eu: ropeas. Portugal, por medio del Duque de Palmella, diplomá-
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tico experto y sagaz, supo aunar opmiones favorables para el momento en que presentó su histórico memorial, en el que se delerminaban las características, cl número y la extensión del corso de Artigas, que tenía a Baltimore como base y a las islas del Caribe como mercados para sus productos, En particular, esta fuerte alegato acusaba no sólo a Baltimore, sino al gobernador de la Isla de San Bartolomé. Solicitaba, en nombre de su rey, que el Congreso tomara medidas para eliminar el corso, disponiendo que los soberanos que tenían posesiones en América iniciaran una acción múltiple contra los corsarios de Artigas,
Pereira da Silva dice, acerca de esta gestión, lo siguien- te: "Cuidóse den Juan VI de reclamar ante los Gobiernos extranjeros de hechos tan escandalosos, que tanto perjndica- ban a sus súbditos. Dirigióse en el lenguaje severo que se funda en los prineipios de las leyes internacionales que exigen el respeto de las reglas inmutables de la moral pública y privada, insistiendo en que se sancionara la falta de los neutrales que aprovechaban el uso de los corsarios, para cubrirse con la bandera de un beligerante perjudicando los intereses de otros y obteniendo en la empresa ventajas des- honestas y lucros vergonzantes e infames, Durante el Con- greso de Aix la Chapelle que celebraron los Soberanos de Europa, en un intento de liquidar las cuestiones dudosas y divergentes quc los separaban, fué presentada una reclama- ción del Gobierno de don Juan VI y requerida en su favor la intervención de las Potencias que poseían colonias en Amé- rica, en las cuales se recibían y vendían.los navíos y carga- mentos robados a los portugueses, por las embarcaciones ar- madas que surcaban los mares, que más merecían el título de piratas que de corsarios, puesto que no eran propios y equipados por un enemigo que no poseía puerto alguno sobre mares o ríos en que pudiera prepararlos y darles las respec- tivas cartas, debiendo considerarse fallidas y nulas las que así se presentasen, No podían admitir las naciones de Europa acción tan vergonzante y resolvieron reconocer como justifi- cadas y razonables las representaciones del Gobierno de don Juan VI. Pasaron orden a sus colonias, islas y posesiones
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transatláuticas a fin de impedir la introducción en sus puer- tos de las presas tomadas por los corsarios armados a nom- bre de Artigas, Tomó más estrictas providencias Suecia, por- que formaba la isla de San Bartolomé que le pertenecía, une de los puntos de abrigo de los piratas y una plaza pública en que se disponía de las propiedades portuguesas por ellos tomadas y vendidas. Los intereses europcos de las potencias, su afán de obtener ventajas partieularcs, junto con la vivali dad creciente de España y Portugal y la actitud de Inglate- rra determinaron que el Congreso se desinteresara por el problema del corso. No tomó medida conjunta de especie al. guna, su gestión se redujo a recomendaciones a las Potencias, para que actuara cada una por sí, en los territorios que le pertenecían.” 17
De esta manera, Portugal, consecuente con la línea cen: tral que orientaba su acción diplomática, logró un triunfo, No era el que aguardaban en Río de Janeiro, valía decir, la intervención armada para eliminar los focos de corsarismo, pero en el Congreso se había admitido la acusación de Por- tugal contra Baltimore, la misma había cobrado carácter oficial a través de las recomendaciones a la potencias, y ello daba a Portugal la oportunidad de reiniciar su acción contra los Estados Unidos.
Tal acción se dirigió de manera de lograr colocar a los armadores y capitanes, en situación de infractores de las le- yes sancionadas,
En Estados Unidos se seguían armando y tripulando cor- sarios como antes, con igual libertad y conocimiento público, pero ahora encubiertos por el disimulo necesario para man- tener la política de neutralidad.
En Río de Janeiro habían encontrado el medio de cortar toda posibilidad o pretexto de legalidad al armamento det corso a favor de Artigas. El Ministerio cursó órdenes al Jefe del ejército de ocupación para que iniciara la campaña
17 Juan M. Pereira da Silva, obra citada, tomo 1V, pág. 91 y siguientes,
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militar euyo éxito finearía en arrebatar a Artigas los puer: tos del Río de la Plata y del Uruguay, y, luego, en realizar la ansiada conjunción con Curado, de quien estaba separado desde el comienzo de la invasión. Paso previo e indispensable para conseguir «demostrar, aute" el gobierno americano, dada la carencia de puertos en poder de Artigas, la ilegitimi: dad e ilegalidad del corso autorizado en Purificación.
Las memorias del Almirante Seuna Pereira nos ponen en contacto con esta campaña que contó con la cómplice pa- sividad de Buenos Aires, primero, y la desembozada colabora- ción, luego. Dice aquél, en un pasaje de las mismas, así: “Tn las conferencias habidas con Barroso, pareció que el gobierno de Buenos Aires marchaba de acuerdo eon el General Leeor en todo lo respectivo a la destrucción de Artigas y a muestra ocupación pacífica."" 18
Artigas, ante la posibilidad de una incursión naval, ha- bía mandado que se instalaran baterías de costa en los lugares propicios del río: una, en Paso de Vera y, la otra, en Peru- cho Verne; y había completado la medida armando, en el mismo Río Uruguay, una escuadrilla de ianchones artillados semejante a la que, en el Paraná, bajo las órdenes de Carapbel, prestaba tan eficientes servicios,
Barroso logró que la escuadra de Senna Pereira pudiera pasar Martín García sin ser hostilizada y remontar, así, ol Uruguay.
El 4 de marzo de 1818 se internaban la goleta “Oriental”, al mando de Senna Pereira, y las barcas ““Mameluka””, “Cossa- ka" y “Don Sebastián”*, comandadas por Pedro Limpo, Ber- nardo José de Souza Soares y Federico Mariat. Frente a Paso de Vera se combatió durante tres cuartos de hora y para po- ders» pasar hubo de ser silenciada la batería. Igualmente ocurrió eon la instalada en Perucho Verne, A poco, los portu- gueses lograban, con la derrota de la escuadrilla avtiguista, la libre navegación del Río Uruguay.
18 Jacynto Roque de Seuna Pereira, “Memorias e refloxóes sobre 6 Ric da Prata extraídas do Diario de Un Oficial da Marinha Brasileira, Porto Alegre, 1931, pág. 12.
LOS CORSARIOS DE ARTIGAS 17
La plaza de Colonia del Sacramonto, vieja y rediviva an- sia portuguesa, cayó en sus manos. Fucntes, artero y mañoso, se había desenvuelto para permitir una sorpresa, El coman- dante de Víboras, Cepeda, siguiendo su ejemplo, entregó la población. Aguas arriba, Senna Pereira continuaba, entre tanto, enhebrando puertos: Paysandú, Arroyo de la China Purificación, mientras el general Pinio Correa fijaba, a la vez su dominio militar en la margen izqu'erda del río hasta Mercedes,
Se había logrado el ansiado éxito, En base a él, la Canei- Jlería portuguesa podía desarrollar la pretensión de impugnar la legalidad de las patentes de Artigas, ante el gobierno de los Estados Unidos.
Iste país, en materia de neutralidad, había expuesto su actitud a través de diversos documentos, ya del Ejecutivo, del Congreso, o del Supremo Poder Judicial.
Portugal procuró colocarse en una posición de derecho tal que los Estados Unidos se encontraran en situación de no poder desatender sus reclamaciones.
“Nuestro Gobierno para conservar sus relaciones neutrales más eficazmente, sancionó ja ley del 5 de junio de 1794 prohi- biendo bajo severas penas tanto a los ciudadanos como a los extranjeros, armar o equipar en nuestros puertos buques de guerra contra cualquier nación con quien estemos en paz. Esta ley cuyo objeto era la conservación de nuestra neutralidad fué corregida y aumentada por las sansionadas en 14 de julio de 1797 y 3 de marzo de 1817 y éstas fueron derogadas por la de 20 de abril de 1818, que comprendía las prohibiciones y aña- día otras; negando así a todo beligerante y del modo más claro, el envidiable y peligroso uso de nuestros puertos para prepa- rativos de guerra y adoptando vigorosas reglas municipales para conservar nuestra neutralidad eon la más buena fe, en cuanto fuere praetieable"", 19
Usando en su favor esta preeiosa legislación, los diplomá-
19 “Correo de] Orinoco”, Angostura, N.9 53, del 19 de fe- brero de 1820,
18 REVISTA IHSTÓRICA
ticos portugueses reclamaron justicia, ya que atribuían una velada complicidad de los Estados Unidos cn el armamento del corso, afirmando que las disposiciones municipales no eran vigorcsas ni se cumplían, que no se mantenía la neutralidad y que se evidenciaba, por lo menos, indolencia en la aplicación de las leyes sancionadas,
Sus historiadores no se han euidado de ocultar esta ma- nera de pensar y, si seguimos al ya mencionado Pereira da Silva, veremos que se expresa así: "Deseansado por la parte de Europa recurrió don Juan VI, al gobierno de los Estados Unidos de la América del Norte, único que restaba a conse: guir que le hiciera justicia. Visto como en una de las posesiones americanas de España que emancipada ya de facto y dirigién- dose por sí misma se había prestado a enmarañar, con pro- eedimientos tan inmorales y desaivosos..." 20
Alcgaban los portugueses que Artigas había perdido, jun: to con sus puertos, la capacidad legal de otorgar autorizacio- nes de corso y que las patentes respcetivas se encontraban vi- ciadas de nulidad, así como que los Estados Unidos no ejer- cían el celo bastante para impedir los armamentos ilegales eu sus puertos.
“Una vez que Artigas no tenía en su dominio puerto alguno en que armase y tripulase los navíos y los muniese de cartas legítimas de corso; siendo como eran los que infestaban los mares eon ese título, de construcción de la gran república del Norte, aparejados en sus puertos nacionales y tripulados en su mayor parte por nacionales y debiendo los Estados Unidos guardar una estricta neutralidad en la guerra, exigía el go- bierno de don Jnan VI, que aecionase de modo de prohibir a sus pueblos el uso reprensible de prestar embarcaciones para fines inmorales e ilícitos y admitir en su seno, comprar y vender en sus plazas comerciales, presas de verdaderos pira- tas que merecían la execración del mundo antes que la protec- ción disimulada o el apoyo vergonzoso.” 21
20 Juan M. Pereira da Silva, obra citada, tomo IV, pág. 93. 21 Idem, ídem, pág. 94.
LOS CORSARIOS DE ARTIGAS 19
El tono de las expresiones usadas da la seguridad, mejor que ningún otro documento, del verdadero significado del ins- tituto del corso y las consceuencias catastróficas que tuvo para el tráfico marítimo portugués, Muestra, también, el impor- tante papel que le eupo desempeñar en la contienda en favor de la eausa de la libertad.
Desdeñando la acusación que encerraba la reclamación de Portugal, el gobierno de los Estados Unidos se empeñó en. aplicar la ley con observancia estricta de lo que ella disponía, sabiendo de antemano que, aunque se aplicara en toda su am- plitud, sería inútil todo intento, porque, por encima de ella, existía una conciencia pública que estaba dispuesta a violarla; porque, quebrantándola, la ciudadanía servía a los principios universales de la Revolución y de la Libertad por los que, en ese momento, luchaban y morían los orientales y los corsarios.
““Oyó el Congreso de Wáshington, las voces del Gobierno de don Juan VI, y entendió juieiosas sus reclamaciones repe- tidas. Promulgó una ley prohibiendo c) armamento de corsa rios en los Puertos de la República, desde que mantenía paz y amistad con la Corona de Portugal. Apresuróse el Poder Eje- cutivo a determinar que no se recibirían más presas en el te- rritorio de la Unión Americana.” 22 Los bareos que los cor- sarios habían apresado y llevado a los Estados Unidos, quedan- do fondeados en sus puertos, al ser aplicada la ley de neutra- lidad, fueron requisados por el gobierno, quien dispuso que fueran entregados al Ministro portugués Correa da Serra, des- eonociéndose, así, el derecho de apresamiento que asistía a los eorsarios, La sóla enumeración de las naves devueltas revela la actividad y la audacia de los corsarios de Artigas para los que no había empresa imposible. ““Mandó restituír al diplomé- tieo portugués algunos navíos de su nación que se hallaban en Baltimore para ser vendidos y los cargamentos que se encon- traban a su bordo. Eran el navío ''Montalegre"', las galeras “Vasco da Gama”, “Don Juan VI”, “Lord Wellington”, *'Montefeliz" y ““San João Baptista", Declaró que en presen-
22 Idem, ídem.
20 REVISTA HISTÓRICA
cia de documenios legales haría entrega igual y pronta de to- dos los que se apresasen y fueran traídos a los puertos de la República en cireunstancias idénticas.” 23
Como se había previsto, aplicada la ley, cuando el Sobe- rano portugués entendía haber logrado un éxito sin prece- dentes en el terreno diplomático, he ahí que, de Baltimore, volvieron a salir corsarios que burlaban las disposiciones, que se hacían al mar con patentes del Protector para destruír el comercio portugués, y que continuarían en la lucha hasta el año 1821.
El corso contaba en los Estados Unidos con partidarios decididos, así como con adversarios poderosos y muy alta- mente colocados (uno, por no citar más, John Q. Adams, se expresaba muy duramente acerca de este recurso y su m- fluencia fué decisiva en la actitud que Estados Unidos temó en esta materia). Pero sabemos que los Estados Unidos no olvidaron, nı podían olvidar, el papel que el corso había ju- gado en la obtención de su independencia. Por eso, las dispo- siciones, si bien en la letra eran severas, en la práctica se cumplían eon mucha suavidad, pese a las contínuas incitacio- nes de los representantes diplomáticos de España y de Por- tugal,
IIL Reclamaciones de Bu nos Aires
Las proclamas de Artigas y el otorgamiento de patentes de corso por sus autoridades provocó en Buenos Aires la con- siguiente inquietud.
En la segunda mitad del año 1816 salieron, armadas en torso, de Purificación, Colonia y Montevideo, embarcaciones menores que arbolaban el pabellón del Protector. Estos cor- sarios atacaban a las nayes portuguesas en el rio o acudían a las proximidades del puerto de Bnenos Aires para tener
23 Idem, ídem, pág. 94.
LOS CORSARIOS DE ARTIGAS 21
la oportunidad de alcanzar a los bárcos de la nación inva- sora los que, sin ninguna incomodidad, entraban y salían de ese puerto con el que mentenían un activo comercio.
Con fecha 25 de noviembre de 1816, el Director General hacía saber al Gobernador Barreiro que, frente a Buenos Aires, accehaban el paso de las naves portuguesas dos barcos menores armados en eorso, autorizados con patentes otorga- das por la comandarcia militar de Colonia. Con ese tono tu- telar y austero que usaba Pueyrredón para revestir de dig- nidad sus actitudes, manifestaba a Barreiro que: “Siendo una de mis más esenciales obligaciones velar por la seguridad de las propiedades que pertenecen a los ciudadanos que se hallan bajo mi mando, e igualmente por el honor y el buen concepto del nombre amerieano, no he podido mirar con apa- tía un movimiento de esta naturaleza que amenaza a ambos objetos eon funestos resultados. Es verdad que la invasión injusta de los portugueses autoriza suficientemente a esos habitantes, del mismo modo que el resto de las demás pro- vincias, para veeurrir'a todos los arbitrios de hostilizarlos y le es muy satisfaetorio a este Gobierno ver generalizado en todos los pueblos, este esfuerzo de amor patriótico. Mas es preciso que demos a la guerra todo el aspecto de dignidad que es debido y no atraigamos sobre nosotros cl odio de los extranjeros, a la par que nuestra propia ruina." 21 E invi- taba al Gobernador de Montevideo para celebrar con el de Buenos Aires un convenio especial que determinara las condi- ciones en que el corso debía ser autorizado,
Como vemos, en materia de corso también se elndía de 1
24 Juan Martín de Pueyrredón « Miguel Barreiro, oficio del 25 de noviembre de 1816, publicado por Francisco A. Berra en su Obra citada, págs. 241, 242 y 243. Jl] originsl de este documento se conserva en el Archivo General de la Nación, Bue. nos Alres, República Argentina, División Nacional, Sección Go- bierno, Sala 30, Cuerpo 1, Anaquel 6, N.02, “Banda Oriental, 1815-1816, Correspondencia de Artigas, José/ Barreyro, Miguel, Gobernador Delegado de Artigas/ Cabildo de Montevideo/ Ca- bildo de Villa Guadalupe/ Año 1816”, Carpeta 4.
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una manera sistemática al Protector y se invitaba a una figura secundaria de la política oriental, como lo era Barreiro, à celebrar un acuerdo excluyendo a Artigas, El jefe portugués, parecería que por un acuerdo tácito, procedía de igual ma- nera, Un amurallado silencio erecia alrededor de la figura del Protector, pero ya se iba a encargar él de demostrar que se encontraba atento y vigilante en la cuenca de los gran- des ríos,
Pueyrredón negaba eficiencia legal a las patentes otor- gadas por Lavalleja en Colonia, manifestando que, única- mente, reconocería las que emanasen de las autoridades supe- riores de la Provincia Oriental. “No siéndome posible, por el dereeho de las naciones a que debo arreglarme, reconocer otras patentes que jas que expida la autoridad superior a que obedecen los pueblos de esa Banda, los corsarios que se en- cuentren sin ese requisito estarán fuera de la protección de los buques de guerra de este Gobierno y no gozarán en tierra de consideración alguna.'' 25
Esa actitud de los integrantes de un gobierno que fa- vorecía, por todos los medios, la invasión, luego de la caída de Montevidco, que pasó como una conmoción física por la conciencia de los pueblos de las Provincias Unidas, provocó, en el correr del año 1817, una situación cuya tirantez e ines- tabilidad política se reflejaría hasta en la correspondencia del propio generalísimo portugués,
Artigas, por intermedio de Mr. Halsey, otorgaba paten- tes para barcos que se armaban en Buenos Aires, Colonia a en los puertos de los Estados Unidos. El general Lecor, en su correspondencia, expresaba que el Cónsul Americano recibía de Artigas “cartas de marca a la sombra de las cua- les dificulta la devolución de nuestras presas, o de vuelta tórnanse a apresarlas; principalmente en el caso de tener lu- gar en aquella ciudad, alguna convulsión política de que parece haber recelos.’ 26
25 Idem, ídem, 26 Biblioteca Naciona] de Río de Janelro, documentación citada, 1817-1813, Legajo I, 10-1-52, N.° 44.
LOS CORSARIOS DE ARTIGAS 23
Llegó un momento en que la animosidad del gobierno hacia todo lo que proviniese de Artigas quedó evidenciada. Los eorsarios, eomo es natural, llevaban sus presas a Buenos Aires, donde existía el único tribunal de presas del Río de la Plata. El Director Supremo protestaba ante el mismo Tri- bunal expouiendo que las condenas ponian en peligro la neu- tralidad de Buenos Aires. De esta manera, ejercía su influen- eia para que los queusaban patente de Artigas y lo declara- ran, no obtuvieran éxito en sus reclamaciones.
Primero, el incidente del “Ban Martín”? planteó una situación delicada entre los eorsaristas y el Gobierno de Buenos Aires, Las presas tomadas por este barco fueron de- vueltas a Montevideo, la *“Carolina?? y el “Gráo Pará” vol- vieron a los portugueses, pero en Buenos Aires quedaba uu hondo sentimiento de repudio por esa actitud del Tribunal. Luego, se produjo el caso del “Irresistible?” o “Maypú”, en el que el Capitán Juan D. Daniels devolvió las cartas pa tentes otorgadas por Pueyrredón y se hizo al mar llevando sólo las de Artigas. El gobierno bonaerense tomó una me: dida extrema contra el corsario artieuista, lo declaró pirata y publicó e hizo circular la declaratoria por todos los medios a su alcance, 27
En la política del Directorio se manifestaba, respecto al caudillo oriental, una línea definida y no abandonada por ningún concepto: aislar al Protector. Frente a la invasión: la connivencia, probada en infinitas oportunidades; ante las provincias: la invasión; contra los corsarios: la declaratoria de piratería,
En ese momento, quedaba en Buenos Aires nn sólo els- mento artiguista respetado: Mr, Halsey. Contra él también iba a iniciar su ofensiva el Director Supremo, materializán- dose su protesta eu contínuas reclamaciones, cuyo fin era eliminar el único lazo de unión que todavía comunicaba a
21 “Gaceta do Buenos Aires", N.9 78, del 8 de jullu de 1818, tomo V, pág. 217, cols. 1 y 2. Véase a este respecto, en el Apéndice Documental, el docu»
mento N.* 16,
24 REVISTA HISTÓRICA
Artigas con el exterior y, particularmente, con los Estados Unidos de América.
Pueyrredón lo acusó ante el Poder Ejecutivo, en Wás- hington, de “favorecer los conatos insidiosos de los díscolos y perturbadores del Orden Público”? 25, así como de vender patentes de Artigas y autorizaciones de corso cn blanco en su provecho. Es sabido que el Cónsul americano enviaba a sus amigos en los puertos de la Unión patentes en blanco, para allí ser llenadas con los nombres de los barcos, de los capitanes, y de los oficiales de presas.
Se provocó un ““affaire” sensacional, por los elementos que en él intervenían. Resultó probado que se habían enviado patentes, cartas de navegación y de corso, los despachos de capitán y de cuatro oficiales, así como los de seis cabos de presa de la marina oriental. Esos despachos, como ya lo he- mos expresado, llegaron a manos de John Q. Adams el 20 de febrero de 1318, Se probó, también, que Halsey percibía un porcentaje del 5 % sobre las ganancias que dieran los barcos para los qua él obtenía patente de corso. 29
Debemos expresar que, en esa época, la venta de las car- tas patentes era la norma, El Agente Diplomático de las Pro- vincias Unidas en la Unión vendía patentes en blanco; en Buenos Aires se sabía y se consentía en ello. Ante la protes- ta de los ministros y cónsules españoles y portugueses, fué sustituido, Quien ocupó su plaza, De Forest, era en Buenos Aires eorsarista de nota; los barcos por él armados, ilcvando Ja doble documentación, atacaban indistintamente a los na- víos españoles o portugueses. Al llegar a Norte América, continuó con el negociado de las patentes en blanco.
Lo que Pueyrredón buscaba eva el escándalo, porque, de esa manera, lograba un doble éxito: eliminaba de Buenos Aires un elemento peligroso para la política absorbente del
28 Juan Martín de Pueyrredón a James Monroe, oficio deti 31 de enero de 1818, publicado por William Ray Manning en su obra citada, tomo I, parte II, pág. 432, documento N: 234,
29 Charles Francig Adams, obra citada, tomo VIII, págs 771 y 78, y Apéndice Documental, N.o
LOS CORSARIOS DE ARTIGAS 25
Directorio, e. indireetamente, pretendía arrojar la sombra de la duda sobre la conducta del Protector, al hacer aparecer su nombre vinculado a la investigación. Logró éxito en la primera parte, pues este incidente determinó la separación de Halsey, quien fué sustituído por William Worthington, primero, y, luego. por J. D. Prevost, el que tomó posesión del eonsulado el 13 de sctiembre de 1819.
En cuanto a lo segundo, juntos y cn la más olta tribuna de América, resonaron los nombres del Director Supremo y el de Artigas. Los representantes de Missisipi y de Maryland, en un debate en que se estudió la cuestión rioplatense, echa- von tas bases de la reivindicación del Jefe de los Orientales.
IV
Reclamaciones del Brigadier G neral Carlos Federico Decor
El general Lezor había recibido de la Corte, por inter- medio del Marqués de Aguiar, al iniciarse la invasión, ins- trueciones zempletas respecto a la forma de actuar en el Río de la Plata.
Uno de los artículos se refería a Buenos Aires y, en particular, a sus relaciones con la vieja capital: “Mantener la más estricta neutralidad y no mezclarse eu forma alguna en sus negocios internos y hará entender que no ha de pasar a la otra margen del Río de la Plata," 30
De acuerdo con estas instrucciones, el general Leeor ofi- ció a Pueyrredón haciéndole saber sus planes. y que no abri- gaba intenciones hostiles contra el gobierno de Buenos Ai- res, Inmediatamente, nombraba, junto al Director, un “agente confidencial y secreto””, el 'Teniente de Navío Luis Barroso Pereira, 31 quien fué especialmente recibido por las personas
30 Isidoro de María, “Compendio de la Historia de la Re- pública Oriental de! Urugnay"”, ya citado, tomo III, págs. 217-221. 31 Jacynto Roque de Senna Pe-eire, obra citada, pág. 11.
26 REVISTA HISTÓRICA
del gobierno de Buenos Aires, Todo esto propiciaba un clima de cordialidad y cntendimiento del que tenemos repetido tes- timonio en una copiosa documentación.
Este entendimiento fué puesto a prueba en el momento en que los eorsarios dieron eomienzo a su campaíía y, a par- tir del año 1817, en que fué habitual el uso de la doble pa- tente, llegó casi a romperse a pesar de que en el mutuo apoyo radicaba el secreto del éxito contra el Protector.
Hemos visto ya cómo Pueyrredón reaccionó y protestó contra el Gobernador Delegado Barreiro, y cómo, posterior- mente, la escuadra de Senna Pereira, por gestiones de Ba- rroso, obtuvo el paso franeo por Martín García.
Los Tribunales de Presas de Buenos Aires sufrieron la influencia del Director Supremo para impedir la declarato- ria de “buena presa?! de los navíos apresados a Portugal. Aún intervino personalmente en los mismos juicios, ya que poseía el derecho de revisión de los mismos, siendo ese el conducto por el que se propició la vuelta de las presas a sus primitivos dueños. Los corsarios, cuando se apereibieron de estos he- ehos, tomaron una actitud radieal, abandonaron el puerto de Buenos Aires y se dirigieron a los de las Antillas o Norte América. Pero, para las presas hechas en el Río de la Plata o en el océano hasta la altura de Río de «Janeiro, se hacía muy difieultoso dirigirse al hemisferio norte. Tevían, pues, que desafiar la influencia portuguesa en el Tribunal. Esta cireunstancia y la diligencia que el general Lecor puso en recuperar sus naves apresadas, nos permiten apreciar, por las protestas formuladas, la actividad de los corsarios.
La correspondencia del generalísimo portugués con el Direetor Supremo es copiosa, pródiga en información, por mo- mentos irritada, suave o altisonante, segün conviniera a la oportunidad, Sufre, también, los altibajos de las vietorias y reveses de los ejércitos de las Provincias Unidas, que aetua- ban en el norte argentino o en Chile.
Lecor estaba en los antecedentes del convenio del Dirce torio eon la Corte de Río de Janeiro, sabía que la admisión de su ejército en la Banda Oriental se había hecho sólo por la imperiosa necesidad política del Directorio, orientada a
LOS CORSARIOS DE ARTIGAS 21
la destrucción de Artigas. A ello se debe ese tono de exigen- cia airada que, en algunos momentos, usara; sabía que debía amedrentar para obtener, y no ocultaba ante el Ministerio de Gobierno de Río, que usaba esa polítiea.
Pero, para mantenerla, era necesario contar eon fuerzas suficientes, y pedía, entonecs, eon insistencia, recursos para su eseuadra eon base en Montevideo. Así, en ese sentido, ofi- ciaba al Ministro Don Tomás Antonio de Villanova Portugal: “todas las sabias providencias de S. M. pondrían remedio a lo que se necesite, no pudiendo impedirme en esta circuns- tancia, considerar nuevamente confirmada la opinión que V, E. se sirvió manifestarme, de que cada vez se ve tan claro como la luz del día, la necesidad de una escuadra verdadera en estos parajes, para proteger un comercio que el Brasil tanto necesita, y para manteuer el respeto de vecinos que sólo el miedo eontiene." 82
La campaña corsaria constituía, más que nada, la preo- cupación capital del general Lecor; su comercio sufría pér- didas enormes y la flota era incapaz de hacer frente a los barcos de Artigas, Por esa causa, aprovechaba cuanta opor- tunidad se le presentaba favorable para reclamar, “amparado en la buena armonía de nuestras relaciones y los prineipios de la neutralidad y a lo que pide el estado presente de nues- tras relaciones y de nuestro interés”, 33 que el Director Gene: ral tomara medidas especiales por “la actividad del cónsui americano y la escandalosa arbitrariedad de José Artigas””, 34
Este, sin interrupción, seguía “distribuyendo patentes de corso para hostilizar el comercio y la navegación portu- guesa.?? 35
32 Biblioteca Naciona] de Río de Janeiro, documentación citada, 1819-1320, Legajo I, 10-1.53, N.° 95—1.
33 Idem, fdent, documentación citada, 1817-188, Legajo I, 10-1-52, N.° 18.
31 Idem, ídem,
35 Carlos F. Lecor a Juan Martín de Pueyrredón, oficio del 23 de mayo de 1817, en Museo Mitre, documentación citada, tomo V, pág. 184.
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El generalísimo portugués llegó en su correspondencia hasta indicar las medidas de orden práctico que en Buenos Aires debían de adoptarse contra los corsarios de Artigas, ‘exigiendo precauciones suficientes a los armadores, impo- niendo eon severidad a los individuos de su mando que con- curran directa o indirectamente a su armamento y a agregar a las patentes o instrucciones las ciáusulas necesarias al eum- plimiento de estas providencias.’ 39
Cuando Mr. Jlalsey se dirigió a Purificación para tener su conocida conferencia eon Artigas, se apercibió el jefe portugués, que se acercaba para él un momento de crisis. Ya hemos dicho cuál fué su reaceión, disponiendo la prisión del Cónsal, al tiempo que ante Buenos Aires protestaba por la actividad que Mv. Halsey desarrollaba entre los corsaristas,
El Cónsul americano, conocedor como pocos del negocio del corso, atrajo la atención de los capitanes y armadores y rindió un servicio extraordinario a la causa artiguista, faci- litando el uso de la doble patente.
La circulación de ésta molivó la inmediata protesta de Lecor quien, por medio de su secretaría, hacía llegar a Río de Janeiro la novedad que significaba esa nueva documenta- ción. No dejó de percibir el peligro que entrañaba el uso da una documentación de ese carácter y comunicaba al Ministe- rio de Río de Janeiro sus temores por las consecuencias que de la misma podrían surgir, primero en lo referente a las difi- cultades que, necesariamente, iba a crear a la navegación y comercio eon el Brasil y, luego, y más grave aún que lo an- terior, por la seguridad de que “acontecería también que se abriría una puerta franca a toda especic de mala fe en ma- teria de eorso, eomplieándolo de tal modo que sería easi im- posible o al menos muy difícil decidir, habiendo presas, si ellas eràn bien o mal heehas y dando motivo a sin fin de li- tigiosas cuestiones de reclamaciones," 37
36 Carlos F. Lecor a Juan Martín de Pueyrredón, oficio del 27 de junio de 1818, en Museo Mitre, documentación cita- da, tomo V, pág. 185.
37 Biblioteca Nacional de Río de Janeiro, documentación citada, 1817-1818, Legajo I, 10-1-52, N.° 18.
LOS CORSARIOS DE ARTIGAS 29
Desde la primera oportunidad en que se comprobó el uso de la doble patente, el general portugués protestó ante Bue: nos Aires, exponiendo su punto de vista acerca de las con- secuencias que provocaría tal situación y, asimismo, sobre su remedio: ““insinué al Director que tomase muy serias pro- videncias contra esta pretensión, puesto que ella atacaba di. rectamente nuestra nentralidad, haciéndole conocer que S. M. no se deseuidarzía en proteger la navegación portuguesa," 33 Como se ve, junto a la protesta justa, medida, eorría velada la amenaza,
En junio de 1817 caían en manos del capitán Juan Die- ter el “San Martín”, la “Carolina” y el “Gráo Pará”.
Inmediztamente, Lecor planteó su reclamación. Sabemos de qué manera se desarrolló esa gestión y las cons2cuencias que su resolución tuvo en el medio corsario. Por oficio del 2 de octubre comunicaba la devolución de la corresponden- cia hallada a bordo del “Gráo Pará”? y su envío a Río de Janeiro 39 y por cl del 30 de diciembre del mismo año hacía conocer la “minación exitosa qu» habían tenido sus gestio- nes, y que la nave se encontraba fondeada en Montevideo. 40
Evidentemente, parecía que la complacencia de Puey- rredón no tenía límite; pero la capacidad para protestar del general portugués cra, aún, mayor. La prueba de ello la tenemos en el oficio que dirigió el 15 de noviembre de 1819 al Dicretorio. Ya Pueyrredón había sido desplazado del primer plano de la puiítica bonacrensc.
Se trata de una dilatada relación de agravios por las presas hechas a la marina portuguesa, constituyendo un do- cumento de inapreciable valor puesto que, por ese conducto, se puede, en parte, seguir el movimiento del corso en el Atlántico sur y comprobar cómo un gran número de naves corsarias, que hasta el día de hoy aparecían actuando como dependientes de las Provincias Unidas, estuvieron, real y efectivamente, al servicio de Artigas, E] hecho de que fuera,
38 Idem, Ídem,
39 Biblioteca Nacional de Río de Janeiro, documentación ci- tada, 1817-1819, Legajo I, 10-1-55, N.° 23.
49 Idem, ídem, N.9 39,
30 REVISTA HISTÓRICA
precisamente. e] general Jecor quicn aeusara y protestase, nos confirma en la realidad de nuestro aserto, y, por lo mis- mo, nos limitaremos a exponer los más preciosos informes que aporta.
El Jefe portugués decía así; “Exemo, Sr. General y Ca- pitán General de la Provineia de Buenos Aires. Tuve el honor de recibir el ficio «le fecha 17 de Octubre próximo pasado sobre euyo eontenido voy ahora a contestar a V. E.
Primeramente observa V. E, que no me doy enteramen- te por satistecho con fas explicaciones que sobre mis últimas reclamaciones a ese Gobierno me fueron dadas; poro si yo producía mis jusios reparos cuando un corsario de V. E. ame- wazaba tan sólo la seguridad del comercio de mi nación, in- timaba eon penas a los capitanes y tripulantes de los navios portugueses, ponía infcuamente en peligro con sns averigua: ciones y preguntas impertinentes la inviolabilidad de la co- rrespondenein pública y particular, y no deja de hacer re- celar los daños que él podría causar. ¿Cómo quiere V. E. que me tranqniliee eon las explicaciones dadas en aquella ocasión; (y eon la urbenidad que bien pruéba la educación de quien las dió) cuando aquel corsario llegado como dico probó mostrande autorización firmada por el Sr. Goberna dor sustituto Don Mareos Balcarce, la época fatal en que po- dría comenzar sus hcstilidades contra los vasallos del Rey, mi amo y en que atacaba, despojaba y apresaba las embarca- ciones del comercio nacional y vemitia para los puertos que V. E. gobierna las presas que hacía? Vuestra Excelencia sabe que tanta conformidad no pertenece a mi destino ni pueden nacer de buenas palabras que están en contradicción con he- chos perniciosos Vuestra Excelencia también parece no apro- bar el tono que yo empleo en las reclamaciones que hago, pero como clas estár concebidas eon aquel decoro que es preciso para sostener v dignidad y representación sin des- atender la de V. E, no sé qué pueda haber en ellas de extraño, a no ser el vigor austero de la verdad que comúnmente no agrada, aunque las personas justas como V. E. acostumbran a venerarla. À más de ésto V, E. diee que ese gobierno ignora que las corsarios autorizados por él, hayan perjudicado con
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su comportamiento criminal a la nación portuguesa. Voy a sacar a V. E. de un estado que parece increíble a la vista de mi eopiador.
El capitán Juan Dealta, comandante de un corsario de ese Estado llamado “San Martín” practicó el atentado de arrebatar a bordo del bergantín ''L'Apollón?' al pasajero don Francisco Juanicó los despachos que me enviaba el Rey mi amo y en virtud de sus Instrucciones, dió un recibo que firmó. El mismo corsario “San Martín” apresó el 1.” de Ju- nio de 1817 y remitió para ese puerto los buques pertugne- ses “*Carolina?? y “Grão Pará”, que se dirigían de la India para Lisboa cargados de ricas mercaderías, En fines del inis- mo año un corsario autorizado por ese gobierno, llamado ‘Invencible’ apresó a la goleta portuguesa ''Feliz Victoria?” que viajaba del Marañón para Oporto y robó y echó a pique otras embarcaciones nacionales. En Junio de 1818 el cor- sario “Maypú” autorizado por ese gobierno, con patente, instrucciones y demás documentos de estilo (sólo ésto me importa porque las fianzas y providencias de cautela que ese gobierno debía haber tomado, están afectadas y deben responder de la ulterior conducta del corsario) tomó, saqueó, y echó a pique el bergantín “Guadalupe” a la altura de Punta de Piedras. Al poco tiempo después robó la zumaca llamada “Carolina” en el paralelo de la Laguna; hizo otro tanto a la altura de Punta Negra con las zumaeas “Pernam- bueana" y “Unión de América”? y la lancha “Espíritu San- to’. El corsario * Confederación" después de haber, en Agos- to de este año, tenido con las embarcaciones portuguesas una actitud hostil, por lo que ha llegado a mí noticia y también le consta a V. E., tomó en el mes de Agosto y en la altura de 25”, una zumaea portuguesa que navegaba de la Bahía para Río Grande cargada de vino y de sal; en aquel tiem- po cayó en poder del corsario “Confederación” otro ber- gantín portugués a la altura del Cabo Frío y debió a la feliz circunstancia de ser el sobrecargo de él, amigo del Cabo de Presa que le fué puesto a bordo, que no le picaran los palos cuando la soltaron; porque ni el casco ni Ja carga (salvo lo que de él sacaron) les hacía cuenta. Sin interrupción tué
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tomado por aquel corsario el “Diate”, que no es español ni se llama “San Pablo” como a V. E. dijeron, sino que es por- tugués y cargado de propiedad portuguesa con vino y sal y euyo nombre y demás circunstancias de él y de las otras embareaeiones comprendidas en su infortunio, tendré la hon- ra de comunicar a V. E. en breve, como también aleún nuevo acontecimiento de igual naturaleza que diera ocasión aquel corsario y sobre lo eual ya empezaron a correr aquí noticias comereiales.
A la vista de lo expuesto que ha sido extraído de los oficios que tengo dirigidos a ese gobierno, no sé como V. B. diga que ignora euáles sean los corsarios que han intercepta- do las eomunieaeiones, saqueado, robado y cometido otras vio- leneias inauditas en navíos de mi nación.
Las señales que he dado a V. E. no pueden dejar la más pequefia duda, V. E. igualmente afirma que ese gobierno no tiene noticia exacta de las reelamaeiones que los pertusueses le han dirigido eon notificación de los daños recibidos y como a V. E. parece que yo me engaño, euando digo que es ya muy abultada la historia de aquellas, tome V. E. la molestia de oir las que por mi conducto fueron hechas y que juzgo no serán las únicas y conocerá quien se engañó. En oficio de 15 de Marzo de 1817, reelamé de ese gobierno las providencias necesarias eontra el corsario “San Martín”? por el atentado de arrebatar las cartas oficiales que me remitía ei ley mi amo y cuyo destino jamás se me ha informado, En oficio de la misma fecha divigí a ese gobierno una reclamación, con motivo de la detención que se hizo a las embarcaciones portu- guesas mercantes, que se hallaban en el puerto de Buenos Aires,
En oficio de 23 del citado mes de Marzo reclamé a ese gobierno eontra los eorsarios que fuesen armados en ese puer- to y que ya entonces se decía trataban de navegar eon pa- tentes llamadas de Artigas y perseguir a los barcos del co- mercio portugués, exigiendo al mismo tiempo que no se ad- mitiesen allí las presas que por tal autoridad nos fuesen hechas.
En oficio del 26 del mismo mes de Marzo reclamé de ese
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gobierne fa devolución de la balaudra, armamento y demás artículos tomuldos por los oficiales y soldados de este ejército en Santo Domingo de Soriano al jefe Artigas.
En oficio del 14 de Julio del mismo año reclamé a ese gobierno sobre las meuidas y disposiciones hostiles que había tomado conira los portugueses y fueron publicadas por bando en 2 de Marzo anterior, En oficio de la misma fecha recapi- tulé las reclamaciones que tenía hechas a ese gobierno. En oficio de 23 y 26 de Agosto y 19 de Setiembre del mismo año y por oficio qae de mi parte presentó el comandante Luis Barroso, reelamé de ese gobierno la entrega de los buques "Carolina" y “Grío Pará”, tomados erbninalmente por el corsario “San Martín” que en ese tiempo no se contentaba ya con sólo las cargas de los portugueses, En oficio del 2 de Diciembre del mismo «o reelamé de ese gobierno y pedí que se tomasen medidas contra el pirata Doutan y demás com- pañeros de éste, que zon procedencia de ese puerto y a bordo de las embarcaciones que allí se armaron, cometieron varios robos en las embarcaciones del comercio portugués. En ofieio del 13 del mismo Düerembre, desistiendo yo en obsequio de ese gobiern> de la pretensión incontrastable a la balandra tomada por los oficiales y soldados de este ejército en Santo Domingo de Soriano, reclamó cl armamento que ella contenía, En oficio «dle la nnsina fecha reciamé de esc gobierno contra el corsario 'nveneible" por haocr apresado una goleta ppr- tuguesa, la “Veliz Vietoria?? y por haber robado otro ber. gantín en la misma época. En oficio de 21 de Enero de 1818, reclamé de ese gobierno por las providencias necesarias en contra del comandante de la isla de Martín García. En oficio de 24 de Febrero y de 7 y 21 de Marzo del mismo año, recla mé de ese gohieruo la devolución de las presas que introdujo en ese puerto el pirata Doutan. En oficio dei 27 de Junio del mismo año reclamé de ese gobierno justas e indispensables providencias centra o) armamento de corsarios enemigos que Se hiciesen en esas costas, contra el uso de dos patentes y eontra todo auxilio divecto o indirecto en perjuicio de lo3 interes:s de mi nación. En oficio del 30 de Julio y 16 de Oc tubre del citado año, reclamé de ese gobierno, en general,
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contra los perjuicios que pudiera causar al comercio portu- gués el corsario “Maypú”, que salió al mar con patentes y demás autorizaciones necesarias y en particular con ocasión de los causados a los propietarios y demás interesados en el bergantín "Guadalupe" y de las zumacas “Pernambucana”” "Carolina? “Unión de América”? v la lancha “Espíritu San- to””, repitido las que había hecho contra el pirata Doutan. En oficio de 23 de Febrero y de 4 de Marzo de 1819, reclamáé de ese gobierno por el proceder contra cl Capitán-Teniente iuis Barroso Pereira, que siendo iníeuamente acusado (con el fiu bien sabido) par sospechas y rumores, sufrió las me- didas que corresponden a los grandes erímenes, que al paso que atacaban la honra de un mhiar extranjero y bien com- portado y que al mismo tiempo revestía tal carácter público, herían la delizadeza de su comitente, que poco antes había sido bien demostrado en asunto de bastante privilegio y que u pesar de eso, fué (an mal correspondida. En oficio de 14 de Febrero de este año reelamé de los daños y perjuicios causados a los buques "' Carolina?! y “Grão Pará”, cuya cuen. ta documentada acompañé, En 19 del mismo Febrero reciamé de ese gobierno los daños y perjuicios sufridos por la zumaea “Pernambucana” y el bergantín “Unión de América” (y por varias en;bareacienes tomadas y algunas echadas a pique? por diferentes corsarios y en especial por el corsario “Maypú”” euyos acontecimientos nrobaba con documentos auténticos y algunos de ellos originales, que recomendé al mismo gobierne su guarda y devolución.
En otieic de 21 de Agosto pasado reclamé de ese go. bierno providencias contra el corsario “Federación” autori zado por él acerca del examen que hacía de los buques por- tugueses y con el fundamento que daba para obrar de ese modo refiriéndose a la crden del Sr, Don Marcos Balcarce, que afirmó ser conformes con un artículo secreto del Tratado de Pilar. Finumente en oficio del 16 del citado mes reclamó de ese gobierno de los daños y perjuicios causados por el mencionado corsario “Confederación”? a los dueños de las embarcaciones del comercio portugués apresadas por él y cuyos pormenores e importancia remitiré a V. E. eon la mis-
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ma exactitud con que se manifestaron aquellos atentados, Aquí tiene V. E. una ligera recapitulación de las reclamaciones que se han hecho por los portugueses que bien prueba nc dejar de ser volummosa la historia detallada en ellas. ly verdad que algunas fueron contestadas satisfaetoriamente y que de otras desisti de solicitación en obsequio del mismo go- bierno, tel como fué la balandra “5 de Julio"' (bien que no siendo cumplida la condición de remitírseme el armamento que ella eunrenía, queda en pie la de la balandra que de eila dependia), Mas también es verdad que otras fueron contes tadas evasivamente y algunas no obtuvieron respuesta y por lo tanto están pendienécs. Pero cualquiera haya sido el re sultado éste, nada tiene con la existencia de ellas y siempre probaría que las hubo y que para el pequeño período de cuatro años en que han nacido, nada es exagerado llamar vo- luminosa su historia, cuando se consideran entre gobiernos honrados y cuyas operaciones deben ser marcadas por la justicia y por la moral pública.
Yo nunca dudé que ese gobierno tuvies» el conocimiento necesario de las leyes generales de los pueblos cultos, y as habiendo he-ho más que reclamar la justa ejecución de eliax, en favor del comercio de mi nación, cuyos males tantas veces y tan diariamente repetidos por los corsarios de Buenos Ai- ros, claman contra la causa inmediata de ollas, y elevan su grito hawa el gobierno que autoriza los desvíos del corsario delincuente. Concluiré con que V. E. (considerando que en ciertos iueidentes que ella contiene, responden ampliamente a mis oficios antecedentes y en particular los del 3 y 21 d^ Octubre último; sólo me resta desear que V. E. haga la jus ticia de ercer que tengo de su digna persona e! más alto aprecio y rendida consideración, Dios guarde a V. E. m.s a.s Moutevideo, 15 de noviembre de 1820. Barón de la Lə- guna’, 41
A través de esta reseña resulta evidente que el gobierno de Buenos Aires se desentendia de las reclamaciones, que ies
Es —-
31 Musco Mitre, obra citada, tomo V, pág. 182 y siguientes
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daba largas. que contestaba eon evasivas o, simplemente, ela día toda responsabilidad, declarando la verdad: que no te nía intervención ni responsabilidad, por no ser suyos los cor- sarios v sí de Artigas, Esos veintisiete oficios, cuidadosameu te determinados con fecha y motivo, muestran con toda cla vidad, mejor de lo que nosotros pudiéramos hacerlo, el volu- men del corso en el Río de la Plata y que, cuando afirmamos que el general Lecor, en algún momento, perdió su habitual calma, no expresamos smo aproximadamente su estado de án*- mo y la realidad de la situación del jefe invasor,
El 23 de diciembre de 1820 el Director interino, Don Marcos Balcarce, oficiaba a Montevideo, respondiendo a Jos cargos que formulaba e] Barón de la Laguna, respuesta que tiene el interés de revelar el punto de vista de Buenos Aires en esta controversia y poner de manifiesto el juicio que, &n el mismo año 1520, merecía a los hombres de la Capital el Tratado del Pilar.
En la primera parte de su réplica, el Gobernador se con eretaba a señalar la imposibilidad de cualquier gobierno de contralorear el uso correcto de las patentes que concedía, y, que, cuando el autorizado violaba las instrueciones que so había obligado a respetar, caía dentro de la jurisdieción pc- nal, y prozedía su sanción, “Esos execrables e inienos hechos con que se quebranta el respetable derecho de las gentes, sacan al buque de la pertenencia a que correspondía, le conz- tituyen en verdadero pirata, y le entregan al juicio y justo castigo del que sc lu pueda imponer, >? 42
A continuación, entraba a considerar el punto más im- portante de la reclamación, la que se refería a los hechos lle- vados a cabo por cl corsario ''Confederación'', "Pero la corbeta “Confederación”?, dice V. E., há atacado, despojado, y apresado las embarcaciones del comercio portugués,”. El Go- bernador dejaba traslucir la duda que le merceía la infor-
42 Marcos Balcarce al Barón de la Laguna, oficio del 28 de diciembre de 1820, publicado en Facultad de Filosofía y Le- tras, Obra citada pág. 11,
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mación de] general Leeor, por el hecho de que: “no me fué muy extraño, mediante a que en otras ocasiones se ha visto bastar una voz viga pava excitar el plausible celo de V. E. por el mejo: servicio de S. M, el rey su amo, y obligarle a pedir explicaciones.” 33
En esta ocasión, quien tenía la razón cra el general Le- eor, el que, por cierto, estaba bien informado del crucero de la ''Confederación", y la fuente de su conocimiento se en- contraba en la nutrida documentación que obraba, a través de los damnificados, en su poder. En cada caso, mandó 1Ds- truír una información, Dos de ellas, al menos, hemos podido ubicar en nuestros archivos judiciales, y las dos se refieren a apresamientos hechos por la “Confederación””, Es una vo luminosa documentación de la que nos ocuparemos en su opor- tunidad, Por lo menos, la copia de una de las mismas fu enviada a Baenos Aires como elemento de cargo, por lo que el Gobernador no pudo eludir su estudio, el que le permitió expresar su punto de vista contrario a la reclamación:
“El sumario formado en esa, q.e V. E, me hizo el hono» de remitiz cop carta dei 21 del citado Octubre, no dá el más mínimo indicio de aquella autorización, ni del envío de presas $ los Puertos de este Gobierno, Los testigos Rigau y Dougle, q.e Se hall&han en la corbeta cuando la Golcta fué apresada, y cuyas deslaraciones me 1ecomienda V, E, en la citada carta, lejos de indiear esa antorización, dan bien claro a entender «que no la hubo, y muy distantes de responder sobre la remi- sión de presas a estos puertos demuestran en todos sus dichos la fuga qu» hacían de ellos, E! primero dice que el buque de que se trata fué apresado con bandera azul, blanca vertical con una franja encarnada diagonal, y que con la misma ban- dera tomaron otra zumaea y un bergantín a que trasbordaron la tripulación de la goleta. El segundo testigo M.e Dougle, cabo de la presa, dice, que la corbcta en aquellos actos no vió la bandera de Buenos Aires; y respondiendo de la toma de la que hablamos, añade que fué apresada con bandera de
43 Idem, ídem, pág. 13.
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Artigas. Si el corsario estaba autorizado por este Gobierno para hostilizav los buques portugueses ¿qué necesidad tenía de hacerlo con otras banderas? ¿Cómo es que M.e Dougle. y Rigau presos por V. E., y causados por estos hechos no se ban diseulpado con aquella autorización 1", 44
Una de las afirmaciones hechas por Lecor, respecto a la autorización y patente de la ''Confederación'', era de que te- nían orígen en una cláusula secreta del Tratado de Pilar. A este propósito, el Gobernador de Buenos Aires respondía ; “Dispénseme V. E. de hablar cosa alguna sobre los tratados secretos del Pilar, á cuyo ajuste quiere V. E, atribuir aquella autorización. Este Gobierno no puede recordar esos sucesos sin echar la vista a todos los q.* han contribuído á ellos. Esos tratados, si es que los huno, y sean cuales fueren, yo los ig- noro. Ellos fueron ee:ebrados por los enemigos de Artigas, å quien V, E. hacía la guerra. El negocio fué dirigido por D." José Mig. Carreras cou anticipado acuerdo de D.n Carlos Alvear. Estos, según se diee, estaban ya entonces acomodados con V. E. Sus hechos subsecuentes lo han publicado así. Ca rrera y Alvear en esa crearon sus aspiraciones, y en esa fuc- ron fomentadas ¿Qué tecelos podrá tener V. E. de los tra tados del Pilar?” 45
Esta correspondencia, mantenida en términos de una aparente consideración mutua, fué gestaudo en Balcarce, gc- bernador por ausencia del titular, un hondo sentimiento de repudio, el que se ponía en evidencia en la correspondencia reservada con el Gobernador de Santa Fe, al que expresaba por ejemplo: *“ul actual Gob.o de Buen.s Ayr.s está ahora mis- mo á raya de un rompimiento con el Portugués”? Más ads- lante, refiriéndose a lo mismo, manifestaba: “La última pruc: ba de nuestros sentimientos con respecto á los Portugueses, se halla en las duras y sostenidas contestaciones q. há tenido este Gob.n» ecn el Barón de la Laguna, Gob.or de Montevideo,
44 Idem, ídem, pág. 14. 45 Idem, ídem.
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sobre cl Corsario *“Confederación??; q.e incluyo á V. E p.^ q€ se instruya de todos los pormenores.” 16
De le detallada reclamación del general Lecor, tan pro: lijameate cireunstanciada, nos queda la seguridad de la ex. traordinaria trascendencia del eorso artiguista y de la an- gustia que significó para el jefe portugués verse, caca vez, más aislado de sus bases, cada vez más reducidos sus efecti- vos y eon la certeza de que, sólo con sus recursos, era impo- sible mantener una eha agotadora en la que, por parte de sus enemigos, la fuerza era creciente.
Uno de los aspectos más interesantes de las reclamaciones del general Leeor es el que se refiere a las que planteava ante Ja representación inglesa en el Río de la Plata.
La primera etapa de ellas se desarrolló paralelamente con la presencia del Comodoro Bowles en el estuario.
La actuación. del jefe inglés, sus relaciones con Artigas, la vigilante atención que prestara al comercio británico eon los puertos artiguistas, en cumplimiento del Tratado de Co: mercio que le imponía la protección de ese tráfico, la que, a su vez, ejerció sobre Jas naves portuguesas que bloqueaban los mismos puertos; todo ello agravado por la situación y los hechos de los ingleses al servicio de Artigas, fueron el mo- tivo de tales reclamaciones, El Comodoro llevó su celo a em- barear en la corbeta “Criolla”, cuyo calado menor le permitía penetrar en las aguas del Río Uruguay. 17
El general Lecor no debió quedar desconforme eon el resultado de sus reclamaciones puesto que expresaba a Sir Thomas !fardy que “la pronta justicia y providencias que administró aquel benemérito Oficial habían acabado para siem- pre y cortado de raíz atentados, que siendo malos en caca
t Marcos Balcarce al Gobernador de Santa Fe, oficio re servado del 31 de diciembre de 1820, publicado en Facultad de Filosofía y Letras, obra citada, pág. 23.
47 Héctor R. Ratto, “Los comodoros británicos de estación en el Plata” (1810-1852), Buenos Aires, 1945, pág. 90.
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caso eran muchos peores si eran repetidos, no tanto por el daño que causan sine por lo que dejan pensar'', 48
La segunda etapa de esas reclamaciones se desarrolló ante el Comodoro Sir Thomas William Hardy.
En esta oportunidad, empero, el general Lecor poseía un elemento de orden jurídico valiosísimo de que había earecido en la situación antemor: la legislación que acababan de apro: bar las Cámaras Inglesas sobre el enrolamientu ae los súbdi- tos de esta nación en las fuerzas que en América del Sur lu- ehabau por su independencia. En Inglaterra se había deseado mantener la neutralidad, mas, evidentemente, las disposieio- nes a] respecto resultaron ineficaces; ello llevó al Parlamento a sancionar wna legislación contra el alistamiento de súb- ditos británicos en el servicio sudamericano. La Ley de ““Alis- tamiento en el Extranjero”, presentada en los Comunes, prohi- bía, bajo severas penas, la incorporación a las fuerzas ya men- cionadas, sin Ja licencia Real. 19
Sir Thomas Hardy fué designado sustituto del Contodoro Bowles en 1320 y, a su llegada al Plata, afirmó su insignia eu ei “Owen Glendower", De inmediaio, se vió abocado a la solución de dos problemas: primero, prestigiar las restitucio- nes que ante el gobierno de Buenos Aires solicitaban los co merciantes ingleses afectados por la situación crítica del año 1820; y segundo, atender y estudiar las reclamaciones que ei general Lecor le planteaba,
De las dos, únicamente nos interesa la úliima. La cir- eunstanela de que, a espaldas de la legislación, existiera una situación de hecho en cl Río de la Plata, surgida de la posi. ción adoptada por los comerciantes y marinos ingleses, tante mercantes como militares, en sus relaciones con Artigas, per-
48 Barón de la Laguna a Sir Thomas W, Hardy, oficio del 1.* de abril de 1820, publicado en “Anais do Itamaraty. Ministério de Relações Exteriores do Brasil”, Río de Janeiro, 1942, volumen VII (II. Colección Cisplatina), pág. 344.
49 Richard Rush a John Q. Adams, oficio del 14 de mayo de 1819, publicado por William Ray Manning en su obra citada, tomo III, partes VIII-XI, pág. 1732,
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mitió al general Lecor presentar sus reclamos a Sir Thomas Hardy.
Contrariamente a cuanto pudiera parecer lógico, el in- terés de los ingleses por la suerte del Protector se superó en la oportunidad en que se sumaban las derrotas y sn posición se tornaba angustiosa. Comerciantes prestigiosos de Bueno: Aires y capitanes corsarios conocidos no dudaron, en el año 1820, en apoyar la situación de Artigas; circunstancia que se vió agravada cuando oficiales en actividad de la flota inglesa no vacilaron en ofrecer sus servicios para hostilizar a los por- tugueses y buscaron la incorporación a Artigas,
Este suceso, de real gravedad, ocurrió a principios de año, cuando ejercía el comando de las fuerzas navales mgle- sas el Capitán del “Vengador”, Frederick Maitland. En ene- ro de 1820 reclamó a Lecor un marinero que había sido apri- sionado por las autoridades portuguesas. El general Lecor contestó manjfestando que no hacía oposición a la reclamaciór. y que había cursado órdenes al Vice-Almirante de la flota para la entrega del marinero John May. Pero expresaba cuá- les habían sido las ereunstanelas en que había sido apreheu- dido. '"Tengo la honra de manifestar a V. S.a en respuesta, que siendo preso el Teniente de la Real Marina Inglesa W.! W.am DLitle, porque postergando sus deberes, y escarneciendo la perfeeta armonía y amistad antigua que felizmente reina entre $, M. B. y mi soberano, se ofreciera a Artigas para hostilizarnos, fuera aprisionado junto con el mencionado ma. rinero John May, que le servía de baqueano por su libre y expontánea voluntad y con suficiente conocimiento de la es- candalosa empresa del Teniente Litle.** 50
No sabemos cuál fué el destino del Teniente Title, pero el genera! portugués consignaba: "V, Ex? sabe el necesario rigor con que el Derecho de Genies castiga crímenes de esta naturaleza, para que las naciones puedan conservar su tran-
50 Barón de la Laguna al Capitán Frederick Mait'and, ofi- cio del 17 de enero de 1820, publicado en "Anais do Itamaraty. Ministerio de Relacóes Exteriores do Brasil", ya citados, pág, 318.
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quilidad respectiva y no se vean a cada paso envueltas en cuestiones odiosas a las que las lleva la mala fe y la depra- vación de uno u otro indigno individuo.'* 51
A poco de este hecho, el capitán Jorge Ross obtuvo una patente de corso y, con ella, apresó, el 4 de marzo de 1820, a la “Sureníssima Infanta D. Anna de Jesús María”? que pertenecía a la flota del Uruguay. La nave fué condenada y vendida en la Bajada y su adquirente fué otro inglés: Joseph James Hegan
Lecor reclamó ante Sir Thomas Hardy, diciendo que, en atención a Jas relaciones cordiales entre sus respectivos so- beranos, “reclamaba las necesarias providencias contra les vasallos de su nación que entraban en especulaciones jlegíti- mas y perjudiciales a los intereses de Su Magestad el Rey nuestro Sefior.’ 52 Al mismo tiempo, solicitaba el “castigo del pirata que «hora se halla en Buenos Alves y el de todos los otros ingleses que intervinieron en este negocio comprando la presa y sirviendo de testigos en er contrato." 53
Esta reclamación es doblemente interesante. puesto que prueba hasta qué punto los ingleses estaban interesados en is suerte de Artigas y por cuántos distintos conductos se ma nifestaba su ayuda.
“La amistad y apoyo que algunos individuos ingleses da- ban en estos parajes a José Artigas, sirviendo a sus órdenes inmediatas, transmitiéndole informaciones, dirigiéndole corres pondeneias, sugiriéndole arbitrios, proporcionándole Arma mentos y municiones, significándole de un modo que los hacía
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criminales ante la Ley de las Naciones, la importancia de dar
51 Idem, ídem,
52 Barón de la Laguna a Thomas Antonio de Villa Nova Portugal, oficio reservado del 5 de julio de 1820, publicado en "Anais do Itamaraty. Ministério de Relacóes Exteriores do Bra-
sil”, ya citados, pág, 183. 53 Barón de Ja Laguna a Thomas Antonio de Villa Nova
Portugal, Oficio del 10 de junio de 1820, publicado en “Anais do Itamaraty. Ministério de Relacões Exteriores do Brasil”, ya citados, pág. 178.
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Cartas de Marca, para armar corsarios en desprecio del Su- blime Poder de su Augusto Monarca y de los otros Bxcelsos Príncipes y listados Remantes a los cuales aquella Suprema Facultad sólo compete, y a los que ellos ponían de ese modo en paralelo con el Déspota, cuyas violencias y tiranía ha afli- gido y asolado estos infelices Pueblos y causado tantos ma- les a Sur América, 20niribuyeron a aumentar y extender la Anarquía en este País y a inquietar a los vecinos; pensaba entretanto que la suerte de] Teniente de la Real Marina In- glesa Walkin William Litle habría enfriado los desaciertos de la ambición particular, más veo por lo que acaba de hacer el Pirata Ross que el desorden todavía continúa.” 54
La permanencia del capitán Ross en Buenos Aires, al amparo de toda posible represalia del general Portugués, y su afirmación de que la venta de la nave apresada habia sido legítima y que la protegían las leyes inglesas, pnes se trataba de una transacción comercial entre individuos de di- cha nación, exaltaba el ánimo de Lecor, quien, al criticar tal conducta, afirmaba: “ofrecen un nuevo género de descaro en la osadía eon «que aquel individuo haciendo gala de sus relaciones eon Artigas y gloriándose de los servicios que le presta, hasta se atreve a invocar el Imperio Saerosanto de las Leyes de Gran Bretaña para justificar su criminal proce- dimiento y es con el más punzante dolor que veo postergados por algunos súoditos de la Generosa Nación Inglesa los víneu- los y deberes de sincera amistad que tantos siglos le profe. saron los Altos Reyes de Portugal.” 55
Apoyado en estos argumentos, renovó sus precedentes re- clamaciones y exigió que, de “conformidad con la Ley de las Naciones y de la constante armonía que felizmente reina
51 Barón de la Laguna a Sir Thomas W, Hardy, oficio del 1.0 de abril de 1820, publicado en “Anais do Itamaraty, Ministério de Relações Extericres do Brasil”, ya citados, pág. 344.
55 Barón de la Laguna a Sir Thomas W. Hardy, oficio del 7 de junio de 1820, publicado en “Anais do Itamaraty. Ministério de Relações Exteriores do Brasil”, ya citados, págs, 345 y 340.
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entre la Corte de Brasil y la de 5. James, se aplique el eas- tigo merecido por Jorge H. Ross, A, H. Thiesen, Philip Par- kins, y Joseph Diego llegan, y se tomen las providencias necesarias para evitar que Jos súbditos de su nación tornen a cometer crímenes de esta naturaleza," 56
El Comodoro inglés solicitó al gobierno de Buenos Ai- res la prisión del Capitán Ross y así lo hizo saber al Barón de la Laguna. :
Buenos Aires, como era natural, reivindicó su derecho a juzgar al acusado, y ello dió oportunidad a que Lecor pro. testara nuevamente ante el jefe británico, ya que estimaba que, por “una natural y bien entendida reciprocidad, que nada tengo que ver con el Gobierno de Buenos Aires y que es de las Autoridades Inglesas que deho esperar las resolu- ciones que pretendo.'' 57 Asimismo, manifestaba la duda de que el capitán Ross fuera condenado puesto que ''el Artículo 10 del Tratado de Pilar y la misma naturaleza de las cosas ha de 'inducir sin remedio al Gobierno de Buenos Aires a pronunciarse a favor del Pirata Ross, porque si no se hiciese se negaria en este 2aso la antoridad que aquél reconoce a Artigas y eomo no ha de querer ponerse en contradicción eon sus propios principios, para no atacar aquella Autoridad, debe necesariumeute proteger al Pirata que a ella se acoge.’ 53 Y, por otra parte, expresaba su certeza de que la amistad entre el gobierro de Buenos Aires y Artigas, “pese más en el Foro de Buenos Aires, que la neutralidad que mantiene aquel Gobierno con la Corte del Brasil. 59
56 Idem, fdem.
57 Idem, ídem, pág. 352.
53 Barón de la Laguna a Sir Thomas W. Hardy, oficio del 22 de junio de 1820, publicado en “Anais do Itamaraty. Ministé. rio de Relações Exterjoreg do Brasil”, citados, pág. 353.
59 Idem, ídem. à
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CAPÍTULO VI
Los Corsarios de Artigas en el Mar
1 Zonas — Barcos — Tripulaciones
Como ya lo hemos dieho, los comienzos del corso ar- tiguista fueron muy modestos,
Los primeros corsarios salieron de Purificación en Ju- lio del año 1816, lievando la autorización para atacar a la navegación portuguesa, disposición que Artigas comuni- caba al Cabildo de Montevideo a fin de urgir la necesidad de dar facilidades y propiciar el armamento de otros en esta plaza.
De acuerdo eon esa indicación, se armó con todos los requisitos legales el corsario “República Oriental”, goleta que se hizo al mar, bajo el mando del capitán Ricardo Leech, el 22 de noviembre de tal año. Al mismo tiempo, se arma- ban en Colonia los que saldrían a perseguir a los mercantes portugueses que llegaban a Buenos Aires, y cuyos cruceros en virtud del carácter de su autorización, fueron objeto de las protestas de Pueyrredón.
El éxito de los primeros corsarios de Montevideo y de Colonia alentó a otros armadores quienes no dejaron pasar la oportunidad y solicitaron patentes para nuevas naves, las cuales actuaron ya al final del año 1816.
Sabía, empero, también, el Protector —pues no esca- paba a su clara estimación. de los hechos— que así como estaba planteado el corso, por más audaces y valientes que fueran sus capitanes, éstos molestarían al invasor mas no lo vencerían, desde que su acción se hallaba reducida a una zona relativamente pequeña: el Plata superior, Otra cir eunstancia, a la vez, determinaba que esa acción resultara precaria: en efecto, el escaso tonelaje de los primeros eor- sarios limitaba naturalmente las posibilidades de practicar
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un hostigamiento perdurable contra la marina militar por- tuguesa al ancla en la bahía de Maldonado, los mercantes que la aprovisionaban y los que mantenían ei 20mereio con Buenos Aires; y, por otra parte, su armamento, en relación con el tonelaje, reducía aún más sus posibilidades ofen- sivas.
De ahi entonces, que e] corso, durante el afio 1816, sólo se llevara a eabo a la altura de Maldonado y de Buenos Aires. Muy pocas noticias hay de que se hicieran presas e río abierto.
Los acontecimientos de noviembre y diciembre de 1816 y de enero de 1817 provocaron, sin embargo, un cambio que habría de tener una profunda influencia en el corso. El 19 de noviembre de 1816, como se recordará, se experimentó la derrota de India Muerta v, dos meses más tarde, la ban- dera de Portugal flameaba sobre las almenas de la Ciuda- dela de Montevideo.
La contienda en la Banda Oriental aclaró, a la sazón, para muchos, el punto de vista político y trajo aparejado el acercamiento al Protector de dos elementos que le serían preciosos en su lucha: la prensa y los capitanes corsarios,
En Buenos Aires, a principios del año 1817, se conspi- raba abiertamente. En “La Crónica Argentina", se denun- ciaba, sin ningún temor, ante la opinión pública como “trail. dores" a Manuel J. García y a Nicolás Herrera, haciendo recaer sobre ellos la responsabilidad de la invasión a la Pro- vincia Oriental, 1 Y, entre los corsarios, con el Cónsul Halsey al frente, se evolucionó de tal suerte, en el punto de vista político, económico y espiritual, que ellos fueron derivando, lenta pero seguramente, hacia Artigas, Mr. Halsey eonsti- tuyó el nexo entre éste y aquéllos,
Apareció, en Buenos Aires, la patente Artiguista y se hicieron al río, comisionados por el Protector, navíos de des- plazamiento mayor. La cons?cuencia se sintió inmediatamen-
1 “La Crónica Argentina”, Buenos Aires, N.° 33, de] 25 de diciembre de 1816, págs. 145 y 146.
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te, pues las noticias de los meses siguientes se refirieron ya a visitas y presas hechas hasta la altura de Santa María.
Cada día que transcurría, los corsarios /se tornaban más audaces y peligrosos.
Montevideo era una trampa para el comercio portu- gués, La zona marítima de la capital oriental se veía per- mauentemente asediada por un número extraordinario de corsarios, En la altura de Santa María a Río Grande, pa- saje obligado, un nutrido grupo de corsarios patrullaban las aguas del océano y no eruzaba indemne un barco, 151 subterfugio de los portugueses de izar pabellón americano o inglés no engañaba ya a los corsarios, Esa zona estaba fiscalizada de tal manera, en uso del derecho de visita que les eonfería la reglamentación, que se detenía aún a los bar- cos de aquellas nacionalidades, y, valga el informe del ca- pitán Gautier, los corsario no se excedían en sus proce- dimientos.
Paulatinamente, el corso artiguista fué alcanzando la zona atlántica del paralelo 25. Así, muy pronto, sus erit ceros frente a la capital del Brasil provocaron en las au- toridades portuguesas y en el comercio local y de Lisboa, ese estado de temor a que nos hemos referido, determinan- do que se echara mano, para tratar de contenerlo, a todos los recursos. Convoyes, patrullas, refuerzos a la flota; todo se ensayó y todo resultó inútil. Por su parte, también las poblaciones marineras de Bahía, Pernambuco y Natal, pri- mero, y de Ceará y Maranhao, después, presenciaron, con extrañeza, ataques llevados a cabo bajo aquel pabellón des- conocido.
Los corsarios recogían ya, en el año 1817, cons'derables beneficios, y se mandaron a Buenos Aires muchas presas para ser juzgadas y vendidas allí, De estos barcos, algunos fueron armados y partieron como nuevos corsarios; otros, se dedicaron al comercio, 2
No obstante, los sucesos del año 1817 habían de ejercer una influencia decisiva en el corso y en las zonas en que actuaban los corsarios del Protector.
2 "Theodore S. Currier, obra citada, pág. 24.
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Conocida es la firme posición asumida por el Jefe de los Orientales frente a la recalcitrante política del gobier- no porteííc. Pues bien: una de las formas de manifestar éste su antagonismo y su repulsa eontra la actitud de Artigas, fué perjudicar a los corsarios de su bandera ante los tri- bunales, rechazando las denuncias de buena presa y ha- ciendo volver éstas a sus primitivos dueños.
Los corsarios, en su gran mayoría, eran americanos y las presas, vista la imposibilidad de traérselas a Buenos Ai- res, hubieron de ser llevadas a los puertos de la Unión. Por otra parte, a Norte América ya llegaban la patentes que, desde Buenos Aires.. remitía el Cónsul Halsey. De Charles- ton, Boston, Newport y, especialmente de Baltimore salían, de continuo, corsarios que en sus eruceros alcanzaban hasta el Río de la Plata, mediando solamente eineuenta días de navegación entre estos puertos y la Colonia del Sacramen- to y Buenos Aires.
Las protestas de los ministros de Portugal y de Espa- fia impulsaron al gobierno de los Estados Unidos a sancio- nar la ley de Neutralidad de marzo de 1817. En los meses que siguieron a su sanción, los corsarios que arribaban a Baltimore y a otros puertos tuvieron dificultades tales que decidieron busear otros lugares de estación y nuevos mer- cados para colocar el producto de su actividad. Llevaron, entonces, sus presas a las Antillas, particularmente a las islas de Barlovento y, después, a Margarita, una vez que se instalara en ella la Corte de Vice Almirantazgo en Juan Griego.
La zona del corso se extendía, desde principios del año 1818, en un ancho campo que puede ser determinado me- diante una línea formada por puntos notables: en el he- misferio Norte, Baltimore, Bermudas, Azores, Finisterre, el litoral hispano-portugués hasta Gibraltar, pasando, luego, por Madera, Canarias y Cabo Verde; en el hemisferio Sur, se iniciaba en el Río de la Plata, seguía el litoral atlántico, de la Provincia Oriental y del Brasil hasta cl Cabo Blanco yendo a cerrar el circuito en Cabo Verde. Y todavía, una prolongación del anterior eonstituída por el litoral africa- no hasta Angola.
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Esas zonas, por otro lado, se hallaban determinadas por las grandes rutas del comercio español y portugués.
Los corsarios de Artigas que actuaban en la zona atlán- tica hasta Río de Janeiro enviaban sus presas, como hemos dicho, a las Indias Occidentales y Margarita. En las pri meras, principalmente a Guadalupe, San Bartolomé y San- to Tomás. Gustavia, en San Bartolomé, fué una de las pla- zas preferidas por los corsarios; en ella se disponía del pro- ducto del corso en forma sumaria, adquiriendo, así, los ne- gocios una actividad extraordinaria. Otros corsarios usaron, con el mismo fin, la Isla Amelia y, aún, el puerto de Gal- veston, en el Golfo de Méjico.
Esa fué la consecuencia directa de la política observa da en Buenos Aires y de la aplicación, cada vez más estric- ta, de la ley de neutralidad en los Estados Unidos. Tal pre- valencia de las zonas intermedias se hizo todavía más no- table en los años 1819 v 1820, pues constituyeron los luga- res de estación casi exclusivos,
La vecindad de los puertos norteamericanos originó la formación de wr tráfico muy intenso de las Antillas al con- tinente, el cual se alimentó permanentemente eon los pro- ductos del corso, Las mercaderías entradas por esta vía a los Estados Unidos totalizaron un valor que puede caleu- larse en millones de dólares.
Entretanto, los acontecimientos del Río de la Plata en esa época impusieron la easi absoluta prescindencia de Bue- nos Aires y de la Colonia del Sacramento como puertos de arribada; este último se encontraba en poder de los portu- gueses, y el Protector había roto definitivamente con el Di- rectorio. El gobierno de Buenos Aires se tambaleaba a; im- pulso de opuestas ambiciones, y los últimos días del año 1819 vieron a los ejércitos avtiguistas invadiendo la provin- cia de Buenos Aires.
Como se advierte, pues, los sucesos políticos tuvieron una Influencia fundamental en cuanto a las zonas en que se operó el corso, y, sólo eon pocas excepciones, las naves que, con pabellón de Artigas, realizaban cruceros oceánicos: arribaron a Buenos Aires. Em cambio, poseemos noticias
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de corsarios de esta bandera, como el “San Martín", ac- tuando a la altura de Bermudas, el “Pueyrredón”, en la de Cádiz, el “Irresistible”? y la “Republicana”, en el litoral portugués, que retornaban a los puertos de la Unión, de las Antillas Menores, y de Venezuela.
Una preocupación que siempre estuvo en nuestro áni- mo fué la de lograr identificar el instrumento del 20rso, los distintos elementos que, mancomunados en un ¡interés o en un ideal, o en ambos & la vez, formaron el arma con la que Artigas asestó tan tremendos golpes al comercio y a las marinas militares de Portugal y España. La búsque- da, en efucto, de antecedentes y noticias a propósito de los barcos, de las tripulaciones, de la vida a bordo, del arma- mento, de la táctica, ete., constituyó una incitación a pro- seguir la investigación para volver a nuestra época a aque- llos veleros que hasta ahora habían permanecido en el ol- vido, de cuya existencia reul sólo aparecía algún indicio fugaz en las páginas de una correspondencia o en una in- formación oficial, probando, eso sí, que marcaron una eta- Pa en la historia naval de América, y que fueron, sin uin- gún género de duda, la primera manifestación de las fuer- zas navales de nuestra Renública.
Sabemos, así, por ejemplo, que los barcos corsarios eran de construcción americana. En los Estados Unidos se tenía ya experiencia hecha en lo relativo a las necesidades del corso y a lo que resultaba más apropiado para él. La guerra de la independencia señaló allí, el comienzo del ca- mino, Después, la experiencia se vió fortifieada por la gue- rra sostenida en 1812, la cual demostró la eficiencia que re- portaba a la empresa el aumento del tonelaje y la veloci- dad. Se autorizó un número extraordinario de corsarios, y su labor fué tan intensa que tomaron cerca de un millar y medio de presas al comercio inglés, 3 En e] corso, por fin, contra España y Portugal se apreció, aún más, esa expe-
3 George Gogeshall, obra citada, pág. 395.
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riencia y se modificaron, entonces, aumentándolos, el des- plazamiento, armamento y aparejo de las naves.
Entre todos los astilleros de las ciudades costeras de los Estados Unidos, parecería que. en los de una; Baltimo- re, se hubiese logrado una especialización taa notoria que su superioridad sobre las demás se akusó notablemente. En particular, en ún tipo de construcción naval: la goleta de gavias, que, en el primer tercio del siglo XIX, no tuvo rival en los mares,
Fueron, tales go'etas, los famosos "privateer", y su creación se ha atribuido a los constructores radicados en la bahía de Chesapeake y en las riberas del Delaware, En ellas, no se sabe qué admirar más: si lo airoso de las lí- neas, o la gallardía de su velamen, o la equilibrada pro- porción entre sus distintas partes,
Tanto se apreciaron las cualidades veleras de esas go letas que, a partir de 1812 desplazaron a los demás tipos navales, Tuvieron, en efecto, las características de reunir vir- tudes que, hasta entonces, se habían considerado opuestas o que, en todo caso, se conseguían unas a expensas de las otras. Eran, las goletas ligeras, livianas, pero no por ello, se sacrificó el aparejo; se logró llevarlo a la máxima sen- cillez, Jo eual, con la carga uormal, les otorgó una velocidad muy superior a las ordinarias,
A esos barcos, construídos de acuerdo eon tales nor- mas, se leg dió —índice de su fama,— a principios del siglo pasado, an nombre especial: los “Baltimore Clipper" (se trataba de naves destinadas a viajes rápidos de comercio o al tráfico de negros, y para las cuales el tiempo ahorra- do valía verdaderamente oro).
No obstante su notable velocidad, ellas fueron, duran- te semejante período de apogeo, embarcaciones con un to- nelaje que osciló entre las 100 y 500 toneladas y estuvieron
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aparejadas como goletas o bergantines, 4 Su armamento lo
4 Charles C. Griffin, "Privateering From Baltimore Du- ring the Spanish American Wars Of Independence”, en “Mary- land Historical Magazine”, Maryland, 1940, volumen XXXV, N.° 1, pág. 2.
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constituyeron cañones de hierro y de bronce que dispara- ban proyectiles de 6, 3, 12 y 18 libras (Si bien, en térmi- nos generales, el calibre preferido fué el de 12 libras). Co- mo se trataba de naves de una sola cubierta, las carrona- das se disponían a lo largo de ésta y a ambas bandas; y, en cuanto al número de dichas piezas, resultaba variable —ya que no hubo regla establecida,— aumentando en pro- porción eon el tonelaje. 95 El armamento se completaba con cañones de proa y de popa giratorios, los que eran, por lo general, “gunnades””, artillería especial que arrojaba me- tralla a larga distancia, 6
Naves así armadas fueron, en manos de los hábiles capi- tanes corsarios, un factor decisivo. Combatieron de igual a igual con buques mayores. y su construeción especial permitió introducir nuevas tácticas en la lucha naval, Y, buenas orzadoras, demostraron la eficiencia de esa característica —aereeentada por la velocidad y la ventaja del número en el abordaie— en múltiples oportunidades.
El apresamiento de las mismas resultó punto menos que imposible. En efecto, a su escaso desplazamiento unían una enorme cantidad de paño, lo cual les permitió desarro- llar velocidades extraordinarias para la época, 7 Y tan fué
5 Así, en las de 450 a 500 toneladas, se llegó a montar —caso de la 'Herofna"—- de 30 a 34 cañones, En cambio, hubo ctras naves corsarias, como la “Invencible”, que desplazaba 480 toneladas y sólo llevaba 20 cañones.
6 William Ray Manning, obra citada, tomo III, partes XIT- XIV, pág. 2360, documento N.* 1084,
Las “gunnades” deben su nombre a una vieja palabra ma- rinera inglesa, referida a ese tipo de artillería, que no tiene equivalente en español.
7 En algunas circunstancias —según lo referido por los oficiales de Su Magestad Británica— los corsarios llegaron a dar más de 13 nudos.
En la guerra de 1812 los ingleses apresaron varios barcos de este tipo, pero los encontraron “tan difíciles y peligrosos para maniobrar que eliminaron las vergas y gran parte de las velas antes de utilizarlos como Avisos", Charles C. Griffin, obra cita-
da, pág. 13.
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así que, de la campaña artiguista que venimos estudiando, sólo conocemos cuatro noticias de corsarios caídos en poder del enemigo: la primera de elias se refiere al “General Ar- tigas", apresado en el Río de la Plata por los portugueses después de combate, y traído a Montevideo; la otra tiene que ver con las naves de la flotilla del Capitán Daniels cap- turadas, en las Antillas, por la escuadra venezolana del Al- mirante Brión; la tercera alude a la “Confederación”, co- mandada por Levely, la cual luchó y fué apresada por un barco de guerra francés y llevada a Martinica; y la últi- ma se relaciona eon el apresamiento del ““Argentino”” —lue- go de un combate en que perecieran las dos terceras par- tes de la tripulaeión— por el “San Antonio?', al mando del Teniente de Fragata don Antonio Riquer. $
Todas estas naves, en ijn, tan rápidas con vientos fa- vorables y marineras en los temporales del Río de la Pla- ta o del trópico, fueron casi rasas, pues tenían muy poca obra mucrta, mucha eslora en relación a la manga, y es- caso puntal, uniendo a elle un extraordinario “plano vé: liceo?” 9
El número de barcos que estuvieron en actividad du- rante el período del corso jzando pabellón artiguista fué
S Acerca del apresamiento del “General Artigas" véase el “Correio Braziliense”, volumen XX, N. 118, págs. 312 y 313: sobre la captura de las naves del Capitán Daniels véase ''Mate- riales para la historia diplomática del Uruguay / LOs corsarios de Artigas / en nuestros anales diplomáticos / Contribución do- eumentaP', publicada por Juan E. Pivel Devoto, Montevideo, 1933, pág. 10; a propósito del apresamiento de la “Confedera- ción” véase William Ray Manning, obra citada, tomo I, parte 1I, pág. 691; y, en cuanto al del “Argentino”, véase “El Universal Observador Español”, Madrid, N.° 19, de 19 de enero de 1821.
9 Estas reconstrucciones se han podido realizar gracias a un viejo libro, “Memoire sur les batteaux a vapeur des Etats Unis D'Amerique", editado en París ei el año 1824 por Mares- tier, uno de aquellos “observadores” que el Ministerio de Nego- cios Extranjeros de Francia enviaba a América.
Los ingleses consignaron también estas características en la “Collection of Draughts” del Almirantazgo.
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relativamente grande, si se hace un estudio comparativo con las fuerzas navales de que disponían los otros núcleos revolucionarios de América. 10 Hemos logrado identificar, sin ningún género de dudas, 33 naves que, entre los años 1816 y 1821, actuaron con patente expedida por el Pro- tector, 11
No resultó tarea fácil integrar las tripulaciones de Jos corsarios,
Estas, en general, se reclutaban con ocultación del des- tino que iban a llevar, Y, en cuanto a su enganche, el mis- mo se realizó por los medios usados y conocidos en todos los puertos del mundo durante los siglos pasados; lo cual, sin embargo, no impidió que, muchas veces, el enrolamien- to fuera voluntario. La esperanza de un rico botín, la des- ocupación, o el gusto por ja aventura constituyeron, mu- chas veces, los móviles determinantes de tal incorporación.
Por lo común, las tripulaciones así integradas eran en- teradas del destino de la nave y del cometido que les to- caría desempeñar recién en alta mar. En tales circunstan- cias, la fuerza de los hechos se imponía de modo decisivo: con el ceremonial del caso, se procedía, entonces, a la trans- formación del barco en corsario cambiándose el nombre del mismo, izando el pabellón y afirmándose éste con una des- carga de artillería; y, de inmediato, se pasaba a la firma,
10 Comparativamente, Artigas dispuso de más naves que Buenos Alres, Méjico y Venezuela, En efecto, la flota del Almi- rante Brion nunca llegó a docena y media de barcos; y los que actuaron bajo la dirección de Aury sólo alcanzaron a un número que oscila entre 10 y 12. — Charles C. Griffin, obra citada, pág. 8.
11 Estas naves no actuaron simultáneamente en dicho pe- rfodo. Pese a ello, las diversas fuentes informativas a que hemos recurrido permiten hacer la afirmación anterior, y mantenemos la reserva de que su número era aún mayor, puesto que nos he- mos limitado únicamente a las capturas realizadas por log cor- sarios plenamente identificados,
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por parte de la tripulación —-forzada a acatar lo que dis- pusieran el capitán y los oficiales, — de los nuevos contra- tos de enrolamiento. 12
Con 10do —ya lo hemos señalado,— en numerosas ota- siones, la incorporación fué absolutamente voluntaria. A este respecto, debemos consignar que la deserción en los puertos del Río de la Plata resultó una preocupación per. manente vara los capitanes americanos e ingleses; en efec- to, los barcos que llegaban a Buenos Aires y Colonia co- rrían el vlesgo de no poder volver a partir, a causa de la deserción de sus tripulantes —entre los de su origen, por lo demás, se reclutaba la mayoría de los corsarios, — quie- nes no titubeaban en ingresar a esa nueva actividad segu- ros de que, en ella, iban a lograr beneficios más remune- rativos que los que pudiesen obtener continuando a bordo de los mercantes. 13 “Loy barcos americanos e ingleses —se lee en Braekenridge— que vienen a este río, al presente es-
12 Antonio J. King, ''24 años en la República Argentina”, Buenos Aires, 1821, págs, 10-12.
Is interesante destacar que, cuando estas tripulaciones for- zadas encontraban la oportunidad, se vengaban o se amotina- ban. Así, por ejemplo, un despensero francés, embarcado en Bal- timore por los mencionados procedimientos y que fOrmaba parte de la dotación de presa puesta a bordo del “Gaviao”, embriagó a la tripulación y logró hacer volver esta navo apresada a poder de los portugueses, arribando a Pernambuco. (Luiz do Rego Ba- rreto al Conde dos Arcos, oficio de 21 de julio de 1819, en “Anais / Arquivo da Marinha / Ministerio da Marinha—Rfo de Janeiro", Afio III, nümero 6, diciembre de 1944, págs. 288 y 289).
13 Archivo General de la Nación, Montevideo, Fondo cx- Archivo General Administrativo, Capitanía del Puerto, Año 1816, Libro N.° 224, págs. 90 a 100.
“Cuán buscados sen los americanos de los Estados Unidos por los independientes a causa de los socorros de toda especie que reciben, En Buenos Aires hay en este momento de 22 a 25 ccrsarios de 16 a 26 cañones, con tres mil marineros”, Hugo Barbagelata, obra citada, pág. 13.
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tán expuestos al serio inconveniente de la deserción de sus tripulantes para incorporarse al corso”, 14
Si bien —como lo acabamos de decir —la mayor parte de las tripulaciones se reclutaba principalmente entre el elemento marinero anglosajón, esto no significó que se ex- cluyera a los contingentes de otra procedencia. Tal hecho determinó, ciertamente, que esas tripulaciones configura- sen, en muchas oportunidades, un verdadero mosaico de na- cionalidades, Bastará citar algunos ejemplos para compro- bar, aquí, las proporciones de semejante heterogeneidad. Aunque no poseemos la nómina completa de ninguna tri- pulación de corso de Artigas, una constancia —a la que, en su defecto, recurrimos— otorgada por la Comandancia de la Marina de Buenos Aires revela, así, que, de los 100 hombres que integraban lr tripulación de la goleta “Con. federación", al mando de) capitán Levely, 20 eran nativos del Río d» la Plata. 16 Pero el caso más ilustrativo, en di- eho sentido, es el de una tripulación que hizo el corso bajo la bandera de Buenos Aires: el de la del ““Orb””, mandada por el capitán Almeida y compuesta por 79 individuos dis- tribuídos, en cuanto a sus nacionalidades, de la siguiente manera:
14 E. M, Brackentidge, obra citada, pág. 234.
Numerosos casog de éstos se ventilaron en los tribunales de Estados Unidos, relacionados con las tripulaciones que en los puertos chilenos abandonaban sus barcos y se incorporaban al corso. ASf, el Cónsul norteamericano recibía, en 1820, instruc- clones precisas para impedir el abandono ilegal y la incorpora- ción a otras naves en Buenos Aires, protegiendo, de esta mane- ra, log intereses de los capitanes y propietario americanos. (John Q. Adams a John M. Forbes, oficio de 5 de Julio de 1820, en William Ray Manning, obra citada, tomo I, parte I, pág. 153, documento N.° 88.
15 “Individuos naturales de estas provincias que se embar- caron en la corbeta corsario “Confederación”, y que se hallan en el rol archivado en esta comandancia de marina”, en Museo Mitre, obra citada, tomo V, págs. 204 y 205.
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Dentro del corso artiguista, no obstante, se produjo un hecho poco común: el de que una tripulación estuviera in- tegrada por una mayoría ta] de una sola nacionalidad que obligó el uso de su idioma; fué el caso de la tripulación de la goleta “María”, emburcación ésta que, al mando dei capitán Pedro Doutant zarpó de la Colonia del Sacramen- to. “Tlemog recibido noticias —-se consigna, en efesto, en la “Gazeta de Lisboa"— qoe una goleta marinada por fran- ceses había partido de la Colonia del Sacramento, con una Carta de Marea de Artigas para cruzar contra los portu- gueses’ 17 Y, por su *parte, el capitán Cándido Fernández Lima cuya nave fuera apresada por Doutant, en la decla- ración formulada ante las autoridades de Desterro, permi- te saber esto: “el comandante y parte de la tripulación mostraban ser franceses, en cuya lengua todos se enten- dían”. 18
16 Charles C. Griffin, Obra citada, pág. 12.
17 “Gazeta de Lisboa”, N.» 54, del 4 de mayo de 1818,
1$ Declaración del capitán Cándido Fernándes de Lima an- ie las autoridades de Desterro, en “Anais / Arquivo da Marinha / Ministerio da Marinha—Río de Janeiro”, Año III, número 6, diciembre de 1944, pág. 281.
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En cnanto al número de tales tripulaciones, se puede decir, por lo demás, que en términos generales, el mismo resultó muy variado, alcanzando en algunos casos, como en el de la goleta “Congreso?” del capitán Doutant o en el de la “Invencible'? del capitán David Jewet, a 150 o a 180 hombres respectivamente. Estas fueron, en verdad, las na- ves que llevaban mayores dotaeiones; easi todas las otras embarcaron solamente unos 100 hombres de tripulación.
Fuera de duda, el corso tuvo atractivos que hacían ol- vidar toda otra consideración. A pesar de que la vida a bordo era dura, las privaciones, el hambre, y la sed se s0- portaron, en efecto, con huen ánimo hasta llegar a los puer- tos amigos, porque la compensación —se sabía— estaba en el botín, en la aventura, en la vida libre.
Las reyertas, naturalmente, fueron normales en aque- Has tripulaeiones reelutadas mediante sistemas empírieos, y los capitanes se veían obligados a asegurar la disciplina eon mano de hierro, 19 No obstante quiebras semejantes, el corso mantuvo un prestigio y un atractivo singulares en los que influyó no poco la fama de los capitanes.
Así y todo, pese a ese influjo personal que fué siem- pre notable, algunas tripulaciones se amotinaron,
En el año 1818, a raíz del traslado de los centros de operaciones a las bases de las Antillas, comenzó a notarse un intenso malestar entre las marinerías. El “San Martín”, por ejemplo, llegó a Savannah, el 16 de agosto de 1818, en condiciones anormales: la tripulación se había amoti- nado en las Antillas y puesto en tierra, em Puerto Prínei- pe, a la oficialidad; y, una vez en puerto, se produjeron nuevos incidentes a los cuales las autoridades pusieron tér- mino mediante el empleo de tropas locales que debieron emplazar su artillería sobre la nave amotinada, a fin de re- ducirla, 20 Por su parte, un corsario artiguista, el “Irresis-
19 Charles C, Griffin, obra citada, pág. 17.
20 "“Nile's Weekly Register”, de Baltimore, del 29 de agos- to de 1818, Library of Congres, Washington, Serials Division, V. 15 N.^ 1. n, s& v, 3. N:S. A Who'e N.^ 3605.
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tible”, tuvo, también, conflicto, en las Antillas, con mari, nerías rebeldes. Este barco, perteneciente al capitán Da- niels, había apresado, a principios de 1819, sobre el litoral brasileño, al “Nerecyda””, llevándolo a Juan Griego, en Mar- garita, para que fuera declarado buena presa, En puerto se hallaba otro corsario, el “Creola””, bergantín que, al mando del capitán Paúl, hacía el corso con patente de Bue- nos Aires, Descontenta por las participaciones que se le habían asignado, la tripulación de este último se amotinó en marzo de 1819 y, haciendo abandono del barco, proce- dió, inmediatamente, a tomar por sorpresa al “Irresisti- ble", invocando, para ello, el pretexto de que se trataba de una nave declarada pirata por el gobierno de Buenos Aires. Fué nombrada la nueva plana mayor, y se hicieron, entonces, al mar, realizando un crucero que asumió el ca- rácter de una verdadera piratería, y entrando, por último en New Point, donde se les juzgó en un ruidoso proceso del «que resultaron convictos y, posteriormente, condenados. 21
Por lo que respecta, todavía a los prisioneros que se hicieron durante el corso, cabe señalar que a los mismos se concedió relativa importancia.
Abordo, ellos fueron eausa de incomodidades deriva- das de la falta de espacio y de la escasez de provisiones.
21 Idem fdem, del 7 de agosto de 1819, Library of Congres, Washington, Serials Division, V. 16, N.° 24, n. s. v. 4. N° 24, Whole N.° 414,
El desplazamiento del centro del corso a las Antillas y la situación política creada en Buenos Aires por el conflicto con Artigas plantearon problemas que gravitaron, principalmente, en lo relativo al destino de las naves apresadas.
Cuando este hecho ocurría lejos de las Antillas, las merca- derfas Se trasbordaban a los corsarios y los cascos eran quema- dos y hundidos, Fueron más los echados a pique que los con- ducidos a puerto y, esos hundimientos, aumentaron en el océauo desde que las remisiones a Buenos Aires se hicieron más raras.
En la prensa de las ciudades costeras americanas se meu- eionaban explosiones oídas en el mar y barcos abandonados que vagaban, sin rumbo, sobre las aguas. Empero, no todos fueron destruidas, uuesto que sirvieron para obviar una necesidad.
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Para ubicarlos y darles libertad, se recurrió, muchas veces, a algunas de las naves capturadas, y, usí, los corsarios se deshicieron de toda responsabilidad,
Esta práctica se tornó general desde el año 1818 auu- que, también, se apeló, en otras oportunidades, al expediente del trasbordo a barcos neutrales, a los que Se detenía en pleno océano. 22
En fin, muchos y muy experimeutados fueron los ca- pitanes que hicieron el corso, eon patente de Artigas, al frente de tales tripulaciones.
Hombres de gran práctica, cn su mayoría ciudadanos de Estados Unidos, pertenecientes a lag marinas mercante o militar, habían adquirido, algunos de ellos, ya como jefes o como oficiales subalternos en la guerra con Inglaterra en 1812, un extraordinario bagaje de conocimientos que aplicaron en este nuevo episodio del corso, Y, cada uno, en la emergencia, actuó en los erueeros y los desarrolló imprimiéndoles características personalísimas.
Junto a un Daniels o a un Taylor 23, figuras prominen- tes del servicio de las banderas hispanoamericanas, eneon- tramos, así, a un Almeida, que John Q. Adams calificara como “un rudo y alegre lobo de mar". 24 Y, al lado de ellos, aparecen aún, Barnes, Jewet, Dieter, Clark, Leech, Levely, Armtrong, Gattiery, Moor —todos de origen ameri- eano,— y el francés Pedro Doutant, que realizó, eon patente del Protector, erueeros a bordo de tres naves distintas. Y un Guillermo Nutter, que fué el último capitán que izó, en el “Leona Oriental”, el pabellón artiguista en el océano: en
22 El 5 de junio de 1821, por ejemplo, la goleta corsaria ac Artigas “Leona Oriental” trasbordaba a la fragata sueca “Wester Nortland”, procedente de Marsella y destinada a Peters- burgo, los prisioneros de cuatro presas —44 en total—, quienes fueron desembareados en Cádiz, (“Correo del Orinoco”, Angos- tura, N.° 117, del 25 de junio de 1821).
23 Charles C. Griffin, obra citada, pág. 7.
24 Charles Francis Adams, obra citada, tomo IV, págs. 377 y 378.
LOS CORSARIOS DE ARTIGAS 61
efecto, Nutter, junto con Alfred Gattiery y Ricardo Moor, en 1821, cuando la estrella del Protector ya se había ocul- tado para siempre, continuaban, todavía, haciendo resonar el nombre de Artigas €n el Otéano,
Detrás de todos estos nombres, se encuentran los de la oficialidad subalterna americana que, raramente, figu- ran en las erónieas.
Se dice, por ejemplo, simplemente, “despachos dle se- gundo comandante y de cuatro tenientes”?; y ellos fueron hombres de la talla de un Cor, de un Warren Humpreys, de un Samuel Elder, de un Hug Sherwood, o de un Murphy.
No está. ciertamente, tanta modestia documental en re- laeióm con la condición de esos hombres que dejaron su vida en la primera línea de los' combates.
11 Cruceros
Por aparente falta de documentación, se ha sostenido que. el corso artiguista fué una cuestión local o un conflicto simple y de poca monta con Portugal.
Ya, a través de lo expuesto, se aprecia que la realidad resultó algo diametralmente opuesto. En efecto, a la luz de la investigación, se puede comprobar que esa campaña cor- saria tuvo la virtud de conmover a las cancillerías y que, por un momento, se constituyó en el punto neurálgico de las relaciones entre América y Europa.
La plena evidencia de esto la obtendremos si seguimos atentamente el movimiento corsario artiguista, primero en sus comienzos del año 1816; inmediatamente, en su período de transición, dentro del Río de la Plata, en 1817; y, por último, en su culminación en el océano —y su prolongación
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hasta la zona mediterránea—., etapa que correspondió al lap- so comprendido entre los años 1818 y 1821,
* * e
Así, en cuanto al origen del corso artiguista —que hemos estudiado ya—, cabe precisar que aquellos primeros balbu- ceos de Purificación condujeron, paso a paso, hacia la per- feceión del sistema adoptado, 25
El primer corsario oriental que se armó fué el '*Sabeyro”., Este veterano falueho había pertenecido a la flota española y actuado, en calidad de aviso, durante todo el perívdo del bloqueo puesto a Buenos Aires por el capitán Romarate y en la campaña del río Uruguay. 28 Continuó, después, en la flotilla de Montevideo prestando servicios; y pasó, luego, a poder de las autoridades de Buenos Aires, cuando cayera la plaza, y, posteriormente, al de Artigas. En el año 1815, en- eontrándose adseripto a la Capitanía del Puerto, fué cor- siderado, por este hecho, buque de guerra, 27 Y, más tarde, en ese mismo año, estando en el arroyo de Pavón, en el de- partamento de San José, y en poder del Comandante Militar de este mismo, Don Pedro Aquino, fué vendido a Don Juan Correa, manifestando aquél, a la sazón, que lo había habido
25 Quien inspiró el articulado de la reglamentación y que concretó la forma de la acción y el procedimiento a observarse en Cada caso, debió ser, sin duda, el secretario de Artigas, P. José G. Monterroso,
Así lo permite pensar, sin ir más lejos, un oficio que J. M. de Lima S.a remitiera, desde Río Grande, el 1% de junio de 1837, a José Roso, y que se halla publicado en “Archivo del General Juan A. Lavalleja” (1836-1837), edición del Archivo General de la Nación, Montevideo, 1946, págs. 326 y 327.
26 Héctor R. Ratto, “Historia del Almirante Brown”, Bue- nos Aires, 1939, tomo I, pág. $0.
27 Archivo Genera: de la Nación, Montevideo, Fondo ex- Archivo General Administrativo, Libro 466 a., año 1815, fol. 75 vta.
LOS CORSARIOS DE ARTIGAS 63
“p. gracias q. me ha hecho el Govierno en premio de mis servicios.” 28
La actividad, a su vez, de los corsarios de la Colonia re- sultó muy intensa y ella nos proporciona una nueva prueba de la dúctil y acomodaticia política de Pueyrredón.
Al Director General, en efecto, ya no le bastaba por en- tonces, con reclamar contra la disposición de Artigas orde- nando el corso, o plantear la cuestión sobre el valor lcgai de las patentes otorgadas en la Colonia, sino que, convirtiéndose en personero de los portugueses, en noviembre de 1816, por ejemplo, oficiaba al Comandante Militar de esta plaza, solici- tando la restitución de una de las presas de los corsarios, Se trataba del barco portugués ““Pensamento Feliz" que fuera apresado en la zona de Buenos Aires y llevado al puerto re- ferido por la goleta “Banda Oriental”, 29
Allí mismo, los corsarios apresaron, el 6 de octubre de 1816, la “Santa Rosa de Lima”, la cual fué conducida a Pu- rificación, y destinada al tráfico del río Uruguay. Esta nave la represaron las fuerzas portuguesas durante la campaña que dirigiera el entonces Capitán-Teniente Don Jacinto Roque de Senna Pereira. El patrón y dueño de la misma, al presentar una solicitud ante las autovidades portuguesas en el año 1819, expresaba: “fué apresada en tiempo del Govierno Oriental, y represada por la Armada de S, M. P. quando pasó por la costa a la inmediación del Ervidero”, 30
El 10 de setiembre de igual año, por su parte, solicitó au- torización para pasar a Buenos Aires una goleta que retor-
28 Certificación de venta otorgada “En la Villa de S.n José a 12 de Junio de 1815”, en el Archivo General de la Nación, Montevideo, Fondo ex-Archivo General Administrativo, Libro 187, año 1815, pág. 38.
29 “Gaceta de Buenos Aires", número extraordinario del martes 26 de noviembre de 1816, pág. 691, cols, 1 y 2.
30 “Solicitud de Juan Mussons Patrón de Ja Belandra S.ta Rosa de Lima p.» q.e se nombre Defensor a su Socio d. José Mayol por estar sordo y demente”, en el Juzgado Letrado de l.a Instancia de 2.0 Turno, Montevideo, Legajo del año 1319, foja 1.
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naría al puerto de Montevideo, y que reviste sumo interés para el estudio del movimiento corsario artiguista. Era la “Dreadnod” que, cambiando de nombre, se convirtió en el corsario “República Oriental y se hizo al mar dos meses más tarde, el 22 de noviembre. 31 Pocas noticias se tienen acerca del crucero de este corsario; pero cabe suponer que el nrismo fué exitoso, puesto que, a la caída de la plaza, los portugueses recuperaron cuatro presas que se hallaban en puerto, 32
Hacia las postrimerías de 1816, el corso artiguista se vio fortalecido, además, con la incorporación de una gran nave; el “Intrépido”. Se trataba de un barco apresado por el “Orb”, al mando del capitán Almeida, el cual lo tomó a Ja altura de San Vicente y, en su viaje a Buenos Aires, tocó en Montevi- deo; y que, una vez condenado, volvió a este último puerto de donde salió destinado al corso. Sus detalles se encuentran consignados en la correspondencia —fechada en 2 de enero de 1817— del ministro español Luis de Onís a la Secretaría de listado de la Unión a cargo de James Monroe. “La goleta de ires palos L'Intrepid procedente de Montevideo que ha en- trado ultimamente en Nueva York, es según me avisa el Cón- sul de S. M. en aquella plaza, la española llamada Leona apresada delante de Cádiz por la goleta Orb de Baltimore. Fa goleta Leona que en el día se halla en Nueva York, bajo el nombre de I'Intrepid y aparentando ser propiedad de un tal Miffin de Philadelphia, llevaba a su bordo cuando fué apresada ireinta mil pesos fuertes en efectivo, trescientas ca- xas de azúcar, aleuna grana, y otros efectos de la propiedad de los negociantes de Cádiz, y se halla cargada de tasajo
31 Archivo General de la Nación, Montevideo, Fondo ex- Archivo General Administrativo, Puerto de Montevideo, Año 1815-1816, fols, 16 y 17.
32 Idem, ídem, Capitanía del Puerto, Libro Maestre de Entradas de Buques, 1805-1818, libro 95, fol. 572 vta.: "Bu- ques que quedaron en P.to el 18 de enero de 1817 en que fué &bandonada por las Tropas llamadas Orientales que se hallaban de guarnición en ella”.
Pabellón izado por la goleta artiguista "María", al apresar el bergantin "Despique do Sul"
LÁMINA I
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Pabellón que, según el artículo 7% del Reglamento de Corso, debían izar las naves que actua- ban bajo las órdenes de Artigas
LOS CORSARIOS DE ARTIGAS 065
y otros efectos pertenecientes a los negociantes de Bairimo: re.” 33 Este mismo buque figuró, también, en la relación que el ministro de Onís elevara como Anexo N." 1 a su oficio, del 16 de noviembre de 1818, al Secretario de Estado John Q. Adams, 34
Un documento que obra en nuestro poder prueba, toda- vía, que, en el mismo afio 1816, partió del Río de la Plata otro corsario al que se identificaba con el nombre dei Protector. Del crucero del “General Artigas” no es mucho, por cierto, lo que se sabe; pero, eso sí podemos puntualizar que, en el mes de febrero de 1817, lo localizamos en el henris- ferio Norte, en una zona en la que, normalmente, los cor- saries de Artigas no tuvieron actividad: el Golfo de Méjico. (En éste, actuaron, en efecto y easi' con exelusión de los de- más, las fuerzas dependientes del Comodoro Aury).
Se refiere, ese documento, a una presa, la “Nueva Ana”, que el “General Artigas" tomó y llevó al puerto de Galves- ton para que se le juzgara en la Corte de Almirantazgo que,
33 William Ray Manning, obra citada, tomo III, partes XII-XIV, pág. 2284, documento N.° 1046.
34 Idem, ídem, pág. 2372, documento N.° 1083.
Los hechos reseñados por el Ministro de Onís eran exactor. La goleta “Leona” había entrado en Montevideo el 22 de agos- to de 1816 (Archivo Genera] de la Nación, Montevideo, Fondo ex-Archivo General Administrativo, Puerto de Montevideo, Año 1815-1816, fol. 14), donde Mr. Samuel Miffin desarrollaba sus actividades comerciales con amplias vinculaciones en Buenos Ai- ies, particularmente eon el Cónsul norteamericano Mr, Halsey, vinculaciones que lo llevaron a asociarse, más tarde, en la em- presa de corso que conocemos bajo el nombre de “Sociedad Americana” (“Prize Cases decided for the United States Supre- me Court. 1789-1918. Prepared in the Division of International Law of the Carnegie Endowment for International Peace, Un- der the supervision of James Scott", Oxford, 1923, tomo IT, pág. 1285 y siguientes, “The Fanny. 1824"). Venía consignada, la “Leona”, a David De Forest y, cuando la nave arribó a Bue- nos Aires para su condena, Miffin se apresuró a aáquirirla, lo que ocurrió en remate público el 12 de setiembre, y una vez completada su carga, la misma fué despachada con destino a Nueva York.
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en éste y bajo la jurisdieción de las autoridades revoluciona- rias de Méjico, había instalado Aury. La “Nueva Ana" en- tró en Galveston en febrero de 1817, y el 25 de ese mismo mes se hacía el inventario de las mercaderías apresadas. Mi do- eumento en cuestión expresa, a este respecto, en su acápite: “Cuenta de los efectos que se han encontrado a borde de la goleta Nueva. Ana apresada por el corsario de la República de Buenos Aires, El General Artigas y conducida a este puerto de Galveston,” 36 La condena se hizo efectiva y el cargamento fué llevado a Nueva Orleans para ser vendido. En esta ciudad, los propietarios españoles presentaron una demanda ante la Corte de Distrito de Luisiana. La Corte senteneió a favor de los solieitantes, por entender que el go bierno de Estados Unidos no había reconocido a ninguna República de Méjico y que la condena dispuesta por una Corte dependiente de tales autoridades carecía de eficiencia legal; y mandando restituir, por lo tanto, las mercaderías a sus primitivos poseedores, 36
En virtud de la fecha en que, según tal doeumenio, se realizó el inventario, cabe establecer, pues, que el ''General Artigas" abandonó el Río de la Plata a más tardar en el mes: de noviembre de 1816, dado que Montevideo se unía eon los puertos de Estados Unidos en el viaje de ocho a nueve se- manas; y señalar, asimismo, que de Buenos Aires y con au-
35 Archivo General de la Nación, Méjico, Ramo de Histo- ria, tomo N.' 96, Expediente N.* 15.
36 “Prize Cases detided in the United States Supreme Court”, citada, tomo II, pág. 1166. “La Nueva Ana y la Liebre. SAA l >
En este mismo lugar, una vez que lo abandonó el Comodo- ro Áury, se instaló Lafitte, el 15 de abril de 1817, quien orga- nizó inmediatamente un Tribunal de Almirantazgo, que en nombre de la República de Méjico, sentenciaba y declaraba ''bue- nas", las presas de los corsarios. Este Tribunal condenó, entre otras presas, las del “General Artigas", goletas portuguesas “Pe- tronila” y “Enriqueta”. José L, Franco, “Política Continental Americana de España ea Cuba”, 1812-1830, La Habana, 1917, pág. 172.
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torizaelón de Pueyrredón, no podía partir, por razones obvias, ningún barco eon el nombre del Protector,
El “Gencral Artigas” volvió, todavía, al Kío de la Plata, una vez más, y, según las noticias del Lloyd, se eueontró en Buenos Aires cl 1. de junio de 1817, 37
En los últimos meses del año 1816, y durante los prime- ros de 1817, la situación en el Río de la Plata se volvió eri- tica, como consecuencia de la caída de Montevideo, y se rz- peró, por días, el estallido de un eonflieto que, en la mente de los patriotas sinceros, no podía dilatarse. La prueba de ello la tenemos en la correspondencia del propio Artigas, euando le hacía saber a Barreiro: “Ayer llegó el Hijo de Saavedra con el pretexto ¡motivo! de armar un corsario contra los Portug.* E] ha descubierto demasiado las intencio. nes de aq) Gov."?, Bs A.S no toma parte en nuestra de- fensa.” 38
EE planteamiento naval del año 1817 se vió claro: los portugueses organizaban una fuerza destinada a exeluir a Artigas de los puertos del litoral; y el Protector buscaba arrojar sobre el invasor todo el peso del corso, atrayendo a sus banderas a qnienes servían bajo las de Buenos Aires.
A pesar de que las Provincias Unidas y Portugal eran dos fuerzas que no deseaban competir, y se habían entendido a expensas de Artigas y de la independencia de la Banda Oriental, los hechos se sobreponían a los hombres y anulaban sus proyectos,
El número de corsarios había aumentado, por ese tiempo; y, entre ellos, ya figuraban alennos que habían realizado exi- tosas campañas bajo el pabellón de Buenos Aires. Su pasaje al servicio de Artigas y la incorporación de sus naves al corso
37 “Gaceta de Lisboa", N.^ 239, del 9 de octubre de 1817.
33 'José Artigas a Miguel Barreiro, oficio del 16 de no- viembre de 1816, en Gregorio F. Rodríguez, “Historia de Al- vear”, Buenos Aires, 1913, tomo 2, pág. 595.
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eontra Portugal 39 despertarían en los otros capitanes cl deseo de participar en una campaña que reportaba fan im portantes presas.
Las patentes de Artígas eran colocadas por sus amigos en Buenos Aires; y, sendo éste el único medio por el gue se podía hacer el corso contra Portugal, existió un notorio in. terés entre los armadores y capitanes por ponerse en eontaeto eon aquéllos. Por otra parte, el Cónsul Halsey, que trabajara en Buenos Aires tan hábil eomo paeientemente, había eam- biado totalmente, desde la caída de Montevideo, su punto de vista eu el problema de la revolución rioplatense: en efecto, a partir de aquel hecho, había estado en contacto con Artigas, siendo él, el principal eireulador de las patentes, y, muy pronto, formó, eon sus amigos, la “Sociedad Americana”, me diante la cual el corso artigu'sta cobró jerarquía, armándose naves en Buenos Aires y, particularmente, en Baltimore, adonde inmediatamente se enviaron patentes, 10 Así, centra- ron a servir, bajo la bandera del Protector, capitanes de la
33 Los corsarios de Buenos Aires abandonarían muy pron- to, en efecto, esa bandera, para incorporarse a la de Artigas, atraídos por las mayores posibilidades que ofrecía el corsa con- tra el comercio portugués, ya que el español estaba muy lejos y, además, porque no se veía la perspectiva de un conflicto, desde que el Director Supremo se resistía tenazmente a com- prometerse y, mucho más, a romper hostilidades contra Por- tugal.
i0 “Prize Cases decided in the United States Supreme Court", citada, tomo II, pág. 1286.
La “Sociedad Americana” fué un consorcio comercial crea- do para financiar la compra y el equipamiento de las naves des- tinadas al corso, Tuvo su origen en Baltimore y la integraron capitalistas navales de esa plaza y capitanes que dispenían do sus barcos para tal empresa. Entre los principales accionistas se contaron: J. Karrik, M. Murray, J. G. Johnson, J. Goodwin, S. Brown, J. Snyder, J. Patterson y J. Skinner, En easi todos los juicios que iniciaron los representantes españoles y portu- gueses ante las distintas Cortes de la Unión, se menciona esta Sociedad, algunas veces, como la “vieja” y, otras, como la “nueva”.
Mr. Halsey era su representante en Buenos Aires. Pero, al mismo tiempo, éste había organizado otra sociedad con igual
LOS CORSARIOS DE ARTIGAS 69
talla de Juan Clark, Juan Dieter, David Jewet, Pcáro Dou- tant, Juan Daniels, Tomás Taylor, ete.
15: 27 de abril de 1817, Mateo Vidal oficiaba, por se- gunda vez, a Artigas, reiterando una solicitud para que se le otorgaran “tres ó quatro patentes p.* corso contra Portu- gueses, y Espanoles eon sus cerrespon,t*s 1.2 eabos de pre- sas”. A la primera había recibido una contestación “de Mon- terroso q.* me hace esperar en mi solicitud agregandome nose q.* cosa del Consul Americano", Agregaba que: “Dos buques se hayan perfeetam,!e equipados, y saldrán á la mar apenas tengan Patentes, y otros quedan habilitandose””. A continua- ción advertía; "V, E, debe de penetrarse el “impulso q. va á dar a nra eausa el corso contra portugueses cortada la co- municas.! marítima p." medio delos corsarios como V. E. va a verlo dentro de muy poco tiempo, la miseria debe de opri- mirlos en tales terminos dentro de la Plaza de Montev.?; q. obligará al soldado á la deserción, y a los Jefes al aban- dono".
Con anterioridad dejamos constancia del oficio de Le- cor a la Secretaría de Estado, de 18 de mayo de 1817, en cl que expresaba: “ha llegado a mis manos una carta cs- crita en Buenos Aires el 27 de Abril por un tal Mateo Vi- dal, vecino de esta cindad, a Don José Artigas pidiéndole muy eficazmente cuatro patentes de corso contra portugue: ses y españoles, para cuatro embarcaciones, dos de las cuales ya estaban prontas y armadas, faltándoies únicamente la patente que requería, quedando los otros dos a activarse, y haciéndole valer demasiado Ja importancia que est» corso de- bería dar a las operaciones de los patriotas contra nosotros."
La identidad entre ambos documentos es perfecta; pero lo interesante y oportuno está en determinar por qué medio llegó a manos de Leeor, esa correspondencia de Vidal, ya que ella fué elevada por el Director Supremo, Don Juan Martín de Pueyrredón, al Congreso de Tucumán, un año nombre, alternando en ella, como miembro, con Clemente Cat- hill, Samuel Miffin y Roberto Goodwin.
En Estados Unidos existían, aün, dos sociedades más de tal carácter: la “Sociedad Félix”, en Baltimore, y la “Poquila”, en el Distrito de Maine.
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más tarde, como documentación de prueba contra Mateo Vi- Gal, y sirvió de fundamento a su destierro do Buenos Aires, +1 i
Que estos corsarios eran muy numerosos, ya, nos lo reve la una fuente de información insospeehable, el agente del Tloyd de Londres en Buenos Aires, quien consigna que, por lo menos hasta noviembre del año 1818, Artigas había otor- gado cien patentes eontra Portugal y España. 41 bis
De tal modo, el comercio portugués empezó a sufrir te: mibles golpes en el Río de la Plata y en el litoral de Río Gran- de, hasta donde ya se corrían los corsarios.
La situación para Lecor pronto se tornó, así, inquietante,
En oficio al Rey, de mayo de 1817, le hacía sabe::, por ejemplo, que en todos los puertos del Río de la Plata se arma- ban corsarios, y le significaba, también, el peligro que ello entrañaba y el “peligro real y directo que de ahí podía re- sultar a nuestro comercio y navegación a la subsistencia de esta provincia y ultimamente a mis comunicaciones eon la Corte, Santa Catalina y Río Grande.” 12 E, inmediatamente, se refería, asimismo, a la doble patente de que hacían uso los corsarios, poniendo de manifiesto que, con tal documen tación, aquéllos podían elegir momento, circunstancia, y ne- migo, sin riesgo alguno y.sin la posterior represión, ya que resultaba imposible la comprobación del delito.
Otro hecho, además, contribuía a aumentar el disgusto del jefe portugués. Se trataba del apresamiento de ja “San Joáo Baptista”, una goleta de matrícula portuguesa a la que, con carga comercial, se había intentado sacar subrepticiamente de Montevideo, amparada en el pabellón inglés. Como en Colonia se tuviera conocimiento de su partida, al recalar la nave en la Barra del Sauce, fué capturada por las tropas quí el capitán Lavalleja había destacado allí al efecto. 43
41 Ver en el Apéndice Documental, el documento N.” $
ji Dis “The Times", Londres, del 2 de noviembre do 1818, en Lewis Winkler Bzaler, obra citada, pág. 207.
42 Biblioteca Nacional de Río de Janciro, documentación citada, 1817-1818, Legajo I, 10-1-52, N.° 18.
13 Idem, ídem.
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Decidió, en consecuencia, Lecor tomar la ofensiva a fin de aminorar los perjuicios que originaba el corso artiguista. Así, dispuso que la escuadra realizava la policía del río: ** Que visiten todos los barcos que encuentren, los que llevaran abastecimientos que fueran a venderlos a Montevideo y eu caso de que condujeran armamento o municiones de guerra, no fuesen a venderlos a Artigas por la Colonia o por el Uru- guay, que pidiese a los corsarios sus patentes y que apresasen a todos los que tuviesen la de Artigas; fuese ésta única o estuviese acompañada por la de Buenos Aires.” 44 Y ordenó, igualmente, a aquélla *“que entrase al puerto de la Colonia y retomase la goleta San Joño Baptista, si allí estuviese to- davía y apresase al corsario que allí se esperaba si ya hubiese llegado” y destruyera las fortificaciones. 15
Evidentemente, era una empresa superior a la escuadra portuguesa en el Plata, realizar, eon los efectivos de que dis- ponía, la patrulla del río, atacar a los corsarios, bloquear el río Uruguay, y forzar la entrada en Colonia, La escuadra, sin embargo, supo demostrar su valimento, puesto que logré entrar al puerto y, si bien no represó a la “San Joáo Baptis- ta’, hizo sí algunas presas —una-de ellas, cargada con cincuen- ta barriles de pólvora—, llevándolas a Montevideo. 46 Así y todo, semejante operación no impresionó mayormente a los corsarios que seguían asediando, sin eansanelo, al comercio portugués,
Entre tanto, las protestas de Lecnr se iban sucediendo en progresión ereeiente,
El 23 de mayo de 1817, por ejemplo, reclamó contra el uso del puerto de Buenos Aires por las naves que se armaban allí —ya que se sabía que eso era para salir en corso, con
patentes de Artigas, contra Portugal--, y exigió que, como
11 Idem, ídem.
145 Idem, ídem.
i6 Idem, ídem, N.” 26.
Para mayores pormenores acerca de la situación de Colo- nia en el año 1818, puede leerse IT. de Campos Ferreira, “Do- cumentos relativos a Colonia do Sacramento”, Lisboa, 1943.
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medida previa, se negara a las presas de los eorsarios del Pro- tector el acceso a dicho puerto, 17
Lo que oeurría en Buenos Aires determinó, en partc, que, durante todo el año 1817 y hasta su caída en poder del inva- sor en 1818, el puerto de Colon'a se constituyera en un factor importante en el corso artiguista. Colonia fué, ciertamente, el punto a que llegaban, en donde se aprovisionaban, y de donde partían los barcos que tanto daño eausarían al comer- cio portugués en el Plata, y, también, el de destino —como se verá más adelante— de las presas tomadas por los corsa- rios. Su Comandante Militar organizaba, desde allí, expedi- ciones contra la navegación portuguesa, 48 Y la importancia del pequeño puerto corsario quedaría patentizada a través dle la preocupación que se apoderó del Agente Especial de Es- tados Unidos en Buenos Aires evando, al año siguiente, Jas autoridades portugnesas dispusieron su formal bloqueo, 1?
Desde el principio de la campaña, Leeor se había con- vencido de que la empresa de veneer al corso artiguista era muy dura y de que no bastaría, para eso, con reclamaciones o eon pequeñas expediciones de castigo.
El 1. de junio de 1817 informaba a Río de Janeiro acer- ca de la verdadera situación de la plaza: “acontece que estas costas están infectadas de naves armadas en eorso, como le-
17 Museo Mitre “Contribución documental para la histo- via del Río de la Plata. Ccrrespondencia oficial entre el (0- bierno de Buenos Aires y el Barón de la Laguna”, ya citada, tomo IV, pág. 185.
18 Esta circunstancia nos ha permitido identificar al: kar- eo que llevó a cabo una de tales expediciones en el puerto de Rosario.
El Alcalde de este punto, D. Sebastián Reynoso tuvo nc- ticias de la arribada de una nave sospechosa, a puerto. Ante €llo, el capitán Lavalleja dispuso el armamento del “San Juan Bautista”, el cual atacó, por la noche, al bergantín en cuestión, apresándolo y requisándole la carga. (Museo Histórico Nacio- nal, Montevideo, Sección Manuscritcs, Libro N.° 184, “Memo- rias de José Encarnación de Zás”, folios 9 vta. a 11).
19 William Ray Manning, obra citada, tomo I, parte t1, pág. 429, documento N.° 231.
LOS CORSARIOS DE ARTIGAS 13
gítimos corsarios o en su defecto como piratas. Las embarca ciones de gran porte no pueden impedir que ellos ataquen impunemente los navíos mercantes y difieulten nuestra na- vegación, porque para anular la superioridad de aquellos bas ta que los corsarios, calando pocos pies de agua vavan encima de los baneos o se aproximen a la costa, poniéndose fuera de alcance de la artillería, lo que a ellos les es muy fácil, vinieh- do por estas razones a no servir tales barcos, ni para erueeros ni para dar caza y por lo tanto para nada sirven, como no sea para gastos e incomodidades.” 50
Los corsarios, en efecto, habían instaurado en el río una nueva táctica de lueha. Basados en su escaso tonelaje y en su gran velocidad, llevaban el combate a donde el barco grande tenía que maniobrar eon difieultad y corría, al menor des ewido, el riesgo de encallar, en tanto que ellos revoloteaban a su alrededor y podían disparar su artillería poeo menos que libremente,
Frente a todo esto, Lecor insistía en la necesidad de crear en el Río de la Plata una escuadra que se adaptara a semejantes exigencias; de que se le facilitase la manera de ercar el arma que lo liberara del martilleo constante de los corsarios; un medio de poder luchar con adversarios que, disponiendo de barcos infinitamente menos poderosos, se sentían capaces de realizar las hazañas más impensadas, No ocultaba, en verdad, a Río de Janeiro que, acá, él necesitaba algo distinto de lo que se le énviaba desde allí, manifestando cosas como éstas: “Por consecuencia, no pudiendo aprove- ehar para las operaciones en este río, otras embareaeiones que no sean ligeras y que demanden poea eantidad de agua para su navegación y consideraudo las buenas condiciones de la eseuna Antorieta y del bergantín Wellington, ruego de nuevo a V, E. se sirva ponderar a S. M. las utilidades que estos bar- eos producirían si los comprásemos, porque estando las dos ecrhetas para asegurar el puerto, con los briek Falcão, Lebre,
50 Biblioteca Nacional de Río de Janeiro, dOcumentación citada, 1817-18i8, Legajo I, 10-1-52, N.° 23.
14 REVISTA HISTÓRICA
Gaivota, Wellington y Antonieta para cruzar nuestros cana- les del río y dar eaza a los eorsarios o piratas, gran provecho podríamos lograr en nuestras, operaciones. Sírvase también informar V. E. a S. M. que juzgo neeesario que los briek Real Joào y Real Pedro vayan a Río de Janeiro para obtener allí lo que precisan, lo que por esta misma razón creo muy econ- veniente que la fragata Fénix vaya también porque no está en condiciones de resistir el invierno en estos parajes.” 51
La impotencia —como se ve— de la escuadra portugue- sa y la audacia eada vez mayor de que hacían gala los cor- sarios, alentados por la impunidad de sus ataques, eoneurrían a que el año 1817 fuera severo en pérdidas para la navega- ción del invasor.
Por junto de este mismo año, la situación de Montevideo aparecía como insostenible. Y Lecor —que, consciente del fin que le aguardaba en aguas del Plata, trataba de salvar lo posible, enviando a Río de Janeiro lo no apto para las ope- raciones, e insistiendo, en cada oportunidad, sobre la penosa alternativa de su flota que poseía como único puerto a Mon tevideo— enteraba a la Corte de que, luego de seis meses de conquistada la plaza, se veía encerrado en ella por tierra y por mar (por tierra, sufría el asedio tenaz de las partidas patriotas que lo estrechahan contra la muralla; y, por mar, un bloqueo permanente lo inhibía de todo movimiento). **Cru- zan en varias alturas corsarios que casi Hegan a 70, que a pe sar de pequeños tiene cada uno la fuerza necesaria para to- mar cualquier mercante. Aparte de que concurre también la circunstancia de que parte de la eseuadra no puede operar inmediatamente. El briek Gaivota, el Falcão, la eseuna Tár- tara, el brick Lebre están en reparaciones.” 52
Era una manera cortesana —y Lecor fué siempre hábil en este arte-— de explicarle al Rey que la escuadra había sido vencida por los corsarios y que la misma estaba encerrada en
Montevideo restañando sus heridas.
51 Idem, ídem, N.° 23. 52 Idem, ídem, N.° 28.
LOS CORSARIOS DE ARTIGAS 15
En esta oportunidad, sin embargo, atendieron el pedido insistente de Lecor, puesto que se le autorizó para adquirir el bergantín “Wellington”. Con todo, contrariando sus deseos, esa operación resultó muy lenta:... “fué adquirido cu 15' contos y 200.000 reis y no pude conseguir que fuera abatido el precio no sólo porque el pago se hizo en letras, sino por haber transcurrido cinco meses en el trato de venta.” 53
J£] Cónsul norteamericano en Buenos Aires, entre tanto, proseguía su actividad en beneficio de los corsarios de Ar- tigas.
Con una comprensión absoluta del problema; ante la in- sistencia de sus amigos de Baltimore que solicitaban más y más patentes; y percibiendo el volumen que adquiriría el cor- so artiguista con el armamento ¡ilimitado de naves en aquel puerto de Estados Unidos; Mr. Halsey se resolvió a tomar una actitud definitiva: ir a tratar personalmente con el Pro- teetor.
El encuentro se realizó en Purificación, en instantes do verdadera gravedad para Artigas, quien se veía, a la sazón, asediado por todas partes, En la Provincia Oriental, sus tropas eran derrotadas; y el gobierno porteño provocaba levanta- mientos en Corrientes y Entre Ríos y disponía, al mismo tieni- po, la invasión a Santa Fe,
Psicológicamente, no pudo haber buscado, Ialsey, opor- tunidad más en consonancia con el espíritu de Artigas, el que cuando más agobiado se veía, más pujante apareeía en sus reservas físicas y morales. Ya nada le arredraría, pues; haría frente en todos lados y, salvo en la Provincia Oriental, en todos vencería; ordenaría el envío de las patentes en un nú- mero que nos sorprenderá,
Mr. Halsey, de vuelta en Buenos Aires, tomó a su cargo la impresión de las patentes. 94 Estas se imprimieron en el
53 Administración Nacional de Puertos, Montevideo, Escri- banía, Protocolo de la Marira, Protestas v Ventas de Iluquez, 1814- 1819, foja N.° 36.
54 Archivo Público, Río de Janeiro, “Documentos de Fede- rico Lecor, Cisplatina, Uruguay, abril de 1817, Caja 975. pac.e NES
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taller de “La Crónica Argentina", el diario de la oposición.
Leeor se enteró de la entrevista y previó, en seguida, las consecuencias del acuerdo: pr mero, que el temporal del corsa iba a arreciar no sólo para él, sino también para el comercio oceánico; y, luego, las dificultades diplomáticas y reclamacio- nes que sobrevendrían, Además, tenía un motivo de repulsa casi personal contra Ilalsey; éste había sido el armador del bareo euyo capitán despojara a un mensajero que su soberano le enviaba, y, como superando la ofensa, se apoderase de dos de las más ricas naves portuguesas: el ''Grào Pará” y la “Carolina”,
Al comunicar tales novedades a Río de Janeiro, expre- saba: que “había marchado para el Hervidero aquel Mr. Io- llay, cónsul americano en Buenos Aires eon el fin de recibir cartas de marea de Artigas.” 55 Y ya hemos visto, pov otra parte, cómo Decor, con desprecio de la investidura de Halsey, ordenó su prisión y enjuiciamiento,
En el Río de la Plata, mientras, las cosas se iban haciendo, eada día, més graves.
El Directorio, frente al problema «le la organización po: lítica y ante el invasor portugués, había adoptado una posi- ción impopular, la que no abandonaba pese a las críticas y a las claras demostraciones de desafecto del pueblo de Buenos Aires. La actitud del Tribunal de Presas eolmaría la medida y forzaría a muchos hombres influyentes a mirar el panorama con sentido práctico.
En ciertos eíreulos, esas críticas al gobierno tomaron tan- to incremento como la popularidad de Artigas y sus amigos. Ahora, se veía, en éste, '“al verdadero patricta y amigo del país" 56; v se percibía. por igual, un movimiento entre les corsarios aue no era, precisamente, para afianzar Ja situación de Buenos Aires, sino, más bien, para desampararla.
Nuevos corsarios, en efecto, amenazaban con pasarse al
55 Biblioteca Nacional de Río de Janeiro, documentación cli- tada, 1817-1818. Legajo I, 10-1-52, N° 44. 56 Enrique M. Brackenridge, obra citada, pág. 292.
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Protector y, pronto, capitanes conocidos por sus hazahas en el océano, busearían su incorporación a aquél.
. El eorso artignista recibió, así, un impulso tan extraor- dinario que, al poco tiempo, abandonaría el Río de la Plata como campo de presas menor, pata salir al muy ancho y muy rico del océano, como lo prueba el siguiente documento:
“A. Propozito dos Negocios de Montevideo ja dissemos, q. os. Corsarios de Artigas entrao muitas veces n.° H.? de Jan,” debaixo de bandeira falea com varios pretextos Agora somos informados de quem e seu Agente no R.2 de Jan.?
Seria injusto declarar o nome; mas diremos q. mora na 1ua de Tras do Hospicio, assim váo as cousas q. em Londres se sabe e isto se ignora no R.2 de Jan.?"' 57
El corso eontra Portugal, por el considerable número de presas hechas bajo el pabellón del Protector, debían com- pensar eon creces el relativo rendimiento del año 1816 y el cambio de bandera.
Uno de los primeros corsarios mayores que se alistó bajo el pábeilén tricolor fué el “San Martín”, Matrieulada en Baltimore eon el nombre de “Davey” 58, esta goleta despla- zaba 243 teneladas, la tripulaban cien hombres, y se hallaba armada con 10 cañones de 18 libras. Trajo al “Sax Martín” el capitán Juan Dieter, marino norteamericano de larga ex- periencia en esta clase de luchas. Dieter había servido, en la guerra de 1812, como segundo comandante, bajo las órdenes del famoso corsario Thomas Boile, a bordo del “Chasseur??; y, muy pronto, evideneiaría la bondad de la escuela en que se había formado, 59
57 Biblioteca Nacional de Río de Janeiro, Sección Manus- critos, Legajo I, 31-5, 3, Documento N.° 92, Año 1814; borra- dor sin fecha, de una foja; papel con filigrana; formato de la hoja: 115 x 189 mm.; interlínea: 6 a 9 mm.; conservación buena.
58 Facultad de Filosofía y Letras, Theodore S. Currier, 'Los cruceros del General San Martín”, Buenos Aires, 1944, pág. 14.
59 Lewis Winkler Bealer, obra citada, pág. 45.
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El caso del “San Martín" permite, acá: una disgresión a propósito de las patentes otorgadas a los capitanes de los corsarios artiguistas. Dice, al respecto, el historiador brasileño Capitán de Navío Lueas Alexandre Boiteux, que la primera de esas patentes fué expedida el 9 de marzo de 1817. 6% Nos otros sabemos, en cambio, que Artigas ya había otorgado otras; pero, sin duda, el marino brasileño se refiere a las pa- tentes expedidas a las naves de porte mayor, puesto que, en su correspondencia, Lecor manifiesta que el “San Martín” hizo, antes del 15 de marzo de 1817, un erucero contra el comercio portugués, en la entrada del Río de la Plata, y de- tuvo al brick francés “Apollón”, a bordo del cual viajaba, von destino a Montevideo, Don Francisco Juanicó, condu- ciendo —como ya hemos relatado— correspondencia de Don Juan VI para Lecor.
Continuando ese sn erueero así puntualizado, el “San Martín” tomó, el 1. de junio de 1817, las dos primeras graa- des presas artiguistas: el “Gráo Pará” y la fragata ''Caro- lina” que, cargadas de ricas mercaderías, se dirigían desde las Indias Orientales a Lisboa.
Una y otra naves fueron enviadas a Buenos Aires para formularse la denuncia y la adjudicación correspondiente por el Tribunal de Presas, Entraron a puerto el 13 de agosto, a las diez de la noche 91, y las nuevas de su apresamiento, al llegar a Río de Janeiro y a Lisboa, provocaron una con: moción que repercutió en Londres y en París.
De la magnitud y del valor del apresamiento de tales naves por el “San Martín” sólo podemos formarnos un jei- cio eu función de la perturbación que el hecho causó en les círenlos navales del Nuevo y del Viejo Mundo.
$0 Lucas Alexandre Boiteux, “A mariuha de guerra brazi- leira nos reinados de D. Joao VI e D. Pedro I", Río e Janeiro, 1913, págs. 67 y 68.
ël “Gaceta de Buenos Aires", N.° 46, del 22 de noviembre de 1817, pág. 195, enl. 2; y “Gaceta de Lisboa”, N.° 18, del 21 de enero de 1818.
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A Londres, por ejemplo, donde esas naves estaban ase: guradas en el Lloyd, la noticia llegó en el mes de julio y se publicó en el Times. 62
El largo proceso para determinar si las presas estaban bien o mal hechas resultó sensaeional en virtud de las protestas formuladas por las partes, y por la intervención que le cupo, en él, al Director Supremo bajo euya influencia falló el Tri- bunal, ordenando la devolución de las presas a Montevideo,
Esta decisión originó, entre los corsarios, un intenso ma?- estar eontra el gobierno; y la opinión pública, a su vez, fus- tigó duramente al Director Supremo, pues comprendió que la devolución en cuestión constituía un fributo satisfecho para asegurar una política impopular —eomo lo era la del mantenimiento de la paz—, la cual estaba subordinada a la intención de atender las protestas y exigencias de Decor, como manera de quitarle a éste un pretexto para extender su conquista a Entre Ríos, El Cónsul inglés en Buevos Aires se hizo eco de semejantes hechos, al punto dc incluirlos entre los asuntos importantes a comunicar a su gobierno: *'Dos buques portugueses llegaron de Indias a aquí el 13, manda- dos por un buque corsario tripulado por algunos americanos. Existen razones para creer que el Cónsul Americano es uno de los interesados en este asunto, y que este gobierno parece dispuesto a conceder daños y perjuicios contra los agresores?”, 63 Y, por su lado, uno de los historiadores argentinos dcl siglo pasado, Vicente Fidel López, poniendo en evidencia ux criterio que, indudablemente, era cl mismo del gotieroo de
62 “The Times", Londres, del 26 de julio de 1817, en Le- wis Winkler Bealer, obra citada, pág. 200.
63 Robert P. Staples al Gobierno de Londres, oficio del 16 de agosto de 1817; manuscrito en el Foreign Ofiice, Londres, publicado por el Br. Juan C. Quagliotti en el “Boletín del Mi- nisterio de Relaciones Exteriores", Montevideo, 1940, tomo IX, pág. 153, y reproducido, asimismo, en “Ministerio de Relaciones Exteriores / Archivo Histórico Diplomático del Uruguay / Tomo IH / La Diplomacia de lg / Patria Vieja y (1811-1820) / Com- pilación y Advertencia de Juan E. Pivel Devoto / y Rodolfo Fon- seca Muñoz”, Montevideo, 1943, pág. 361.
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aquel eatonees, se pronunciaba sobre el] incidente así: “La captura de estos harcos fué un atentado inieno a que se pres- taren los armadores ebedeeiendo a iníevas msinuaciones de las faeciosos de la capital, empeñados en producir un rompi- miento entre el Gobierno de Pueyrredón y la Corte del Bra- sil. El representante español de la Corte trató de explicar el incidente a favor de sus intereses, agriando' contra nosotros el espíritu del Rey, Pero todo lo desbarajustó la habilidad di- plomátiea de Manuel J. García y la vrobidad de Pueyrredón. Pueyrredón afiemó esa traaquilidad repudiando el atentado, anulando la patente del barco, inhabilitando al capitán para servir con bandera argentina y ordenando la devolución de las presas y reconoziendo el derecho a la indemnización.” 64
Tanto el “Grão Pará” como la “Carolina?” estaban ase- euradas y, aunque la mayor parte lo había sido en las compa- ñías de Lisboa, el Lloyd sufrió, por contragolpe, ya que las compañías portuguesas se reaseguraban en Londres, y debió satisfacer la suma de 100.000 libras. 95
Parecía liquidado, con ésta, el incidente; pero, he aquí que el capitán Dieter, había provocado, con su actitud, la reacción de Inglaterra,
En efecto. Pese a que el Lloyd no protestó, a! sentirse c] taíi:do de la elásiea campana auuneiando la pérdida de ta nave asegurada, porque entendía que el Estado no debía in- tervenir, Inglaterra, sin embargo, dejando de lada e; eleiaer- to eentral del problema, declaró que estaba dispuesta a equi par barcos para dar custodia a su navegación contra los ae- tos de “piratería” de los corsarios quo arbolaban las bande- ras sudamericanas, Era ésta, a todas luees, una manifestación prematura y sorprendente, ya que rompía el tradicional equi- librio observado hasta entonces por el gobierno del Reno Unido.
Las declaraciones de Portugal fueron semejantes. mpe-
64 Angel] Justiniano Carranza, “Campañas navales de la Re- pública Argentina”, Buenos Aires, 1914, tomo IIT, pág. 2068.
65 “The Times”, Londres, del 26 de agesto de 1817, en Le- wis Winkler Bealer, obra citada, pág. 180.
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ro, en el terreno económico, las mismas tuvieron una veper cusión aun mucho más grave,
Ciertamente, los apresamientos determinarían Íque las primas de seguros subieran en forma tan extraordir aria que el Times, con fecha 16 de abril de 1817, ecmentaba: “La ban- dera portuguesa podía asegurarse algún tiempo atrás por 95 o 40 chelines en viaje de o para el Brasil, la tarifa de la semana pasada legó a 3 guineas. Pero debido a las noticias recibidas ayer (aunque no están plenamente confirmadas) ne puede asegurarse dicha bandera a esa tarifa, en roalidaá nir- puna bandera es protección eficaz para barcos que se dirigen a la Costa de Sud América, Golfo de Méjico v'aún a cualquier punto del sur del Canal de la Mancha, si se hace excepción de la Británica, la cual ha sido siempre respetada, a no ser en un sólo vaso, según creemos frente a Jamaica, Las Indias oecidentaies están llenas de esos corsarios”, 66
El “San Martín” prosiguió su campaña en el litoral del Bras], y, allí, apresó a la “María Josefa", una valiosa nave que llevaba a bordo 350,000 pesos —que fueron requisados-- y una importante carga compnresta de azúcar y tabaco. Des. tinada a Baltimore, tal embarcación se encontró en su ruta con el “Prometheus”, de la armada de Estados Unidos, el cual le dió escolta hasta Savannah, en donde el Cónsul espa- ñol planteó una demanda por violación de la ley de Neutra- lidad. 97
Llegado, más tarde, a la zona de Cádiz, en diciembre ce 1817, el “San Martín" apresó, todavía, otra nave española, la “Villa del Paraguay", y la envió a América, Esta nave recaló en Tobago, el 22 de febrero de 1818, y el gobernador inglés Robinson ordenó su requisa e informó de lo hecho al Ministerio de Colonias, basándose en la creencia —errónea, por Jo demás— de que el **San Martín? nunca había estado en el Río de la Plata, y añadiendo, al respecto, que dicho corsario había salido de Baltimore en setiembre de 1817. El error padeeido por Robinson radieaba en que su infor-
66 Lewis Winkler Bealer, obra citada, pág. 63. $7 Facultad de Filosofía y Letras, Theodore $S. Currier, “Los cruceros del Genera] San Martín”, ya citada, págs. 88 y 89.
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mación estaba referida a otro corsario, homónimo del que había zarpado del Hío de la Plata, y que realizaba su eru- cero en el Norte. bajo el mando del capitán Wiliam J. Stafford o Estifano, 68
También en los primeros meses del año 1817 se otorgó patente a un gran corsario: el “Invencible”. Una de las ma- yores naves que hicieron el corso arbolando el pabellón de Artigas, desplazaba, el “Invencible”, 430 toneladas, estaba tripulado por 180 hombres, e iba arntado con 40 cañones: 14, de a 24, y, 6, de a 12 libras, Era propiedad, este bergantín, del capitán David Jewet, oficial de la marina de guerra nor teamerieana, 69
El “Invencible” tenía bien puesto su nombre, y de ellc dió fe en los cruceros que efectuara. Ya en el océano, por ejemplo, se apoderó de la goleta portuguesa “Feliz Victoria" que se dirigía de Marañón a Oporto, 70 **A poco —consigna
63 Este segundo “San Martín” zarpó de Baltimore cvn des- tino a Galveston, el 11 de enero do 1817. Mientras el barco pa- tentado por Artigas realizaba su crucero en el hemisferio Sur, su homónimo lo hacía en el Norte.
El corsario artiguista, comandado por el capitán Juan Die- ter o Deaita, había sido matricnlado en Baltimore con el nom- tre de “Davey”; en tanto que este otro “Sen Martín”, coman- dado por el capitán William J. Stafford o Estifano, era conocido también con los nombres de “Paz” o “Patriota”; llevaba autori- zación de Buenos Aires, limitada a un año; y, en tal término, realizó tres cruceros,
El hecho de que el “San Martín” de Stafford apresara na- ves portuguesas, pese a que su autorización no se lo permitía, indujo a errores y confusiones cuya Consecuencia fué la de que, en las Indias Occidentales, los gobernadores como Robinson, por ejemplo, adoptaran medidas contra las presas que llegaban a su jurisdicción y ofrecían dudas,
(Facultad de Filosofía y Letras, Theodore S. Currier, “Los cruceros del General San Martín”, ya citada).
69 Angel Justiniano Carranza, “Campañas navnles de la República Argentina”, ya citada, tomo III, pág. 216.
70 Museo Mitre, “Contribución documental para la historia del Río de la Plata. Correspondencia oficial entre el Gobierno de Buenos Aires y el Barón de la Laguna”, ya citada, pág. 185 y siguientes.
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Leeor en sus reclamaciones, mencionando, entre ellas, a un hergantin— echó a pique otras embarcaciones nacionales," 71 Luego, pasó a las Antillas en donde continuó su campaña, siendo citado, en alguna ocasión, como arribando a Galves: ton. 72
No poseemos otras noticias del corso del ‘San Martín” y del “Invencible” durante el año 1817. El hecho, sin em- bargo, de que tanto el capitán Dieter como el capitán Joweb fueran nativos de Baltimore permite, lógicamente, presumir que el rumbo de ambos bareos se dirigió hacia el Norte, Y otro elemento que comprobaría que ellos arribaron a aquella ciudad es el de que la bahía de Chesapeake constituio el úni- eo punto donde los corsarios podían rehacerse de sus pórdi- das, reparar averías, y volver a municionarse.
Refuerza este criterio la circunstancia de que, a la caída de la Colonia del Sacramento, el Ministro Correa da Serva reanudó sus reclamaciones, por tal eausa, ante Estsdos Uni- dos. Atendiendo las mismas, el gobierno norteamerieano re quisó todas las naves portuguesas que, en calidad de presas, se hallaban en puertos de la Unión, y dispuso posteriormente —tras un dilatado proceso que terminó en el año 1920-— su entrega a las autoridades de Portugal. 73 De esa manera, vol. verían a poder de este último país, entre otros, el navío ** Mon- talegre” y la galera “Montefeliz” que, de acuerdo ecn un oficio de John Q. Adams al Ministro de Estados Unidos ante la Corte portuguesa en Brasil, John Graham, babían sido apresados en el año 1817, 71
¿Quién llevó esas naves a Baltimore?. ¿Jiran, ellas, como cabe suponer, presas del “San Martin” o del “Inveneinle”, o existieron otros corsarios que, con patente de Artigas, rea- lizaban, en. 1817, cruceros en el océano?,
31 Idem, ídem, pág. 1865.
12 "Theodore S, Currier, “Los corsarios del Río de la Plaia" ya citada, pág. 32.
73 John Q. Adams a John Graham, oficio del 24 de abril de 1819, en William Ray Manning, obra citada, tomo I, parte 1, pág. 115.
714 Idem, ídem, pág. 118,
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La afirmación del gobernador Rebinson hace suponer que, ya en esa época, salían de Baltimore bareos que nunca arribaban al Río de la Plate. Otra circunstancia fortalece, asimismo, esta hipótesis, y es la de que si las primas ^e los se euros de las naves portuguesas llegaron a la altura «que he- mos referido, y si el único que autorizaba el corsa contra Portugal era Ártizas, los corsarios que llevaron la ofensiva contra el tráfico del comercio lusitano debieron ser muchos más que estos pocos de los que tenemos noticias; de lo con- trario, no se justificarían la alarma de [Inelaterra. ni la preo- eupación del Llovd por cubrir sus pérdidas, ni tampoco los comentarios de la prensa de Londres y de París acerca de estos hechos.
Las presas reclamadas prueban que existieron los apre- sadores, y que éstos no pudieron ser sólo los dos que kemcs cado trasponiendo la línea hacia el hemisferio Nerte, No obstante: su poderío, ni el “San Martín” ni el “Invencible” habrían logrado, en efecto, capturar a aquéllas en un período tan breve,
En el mes de junio de 1817 partió del Río de la Plata otro corsario: el “General Artigas”, 75
Sobre esta nave poseemos múltiples informaciones y todas ellas, por su origen, deben reputarse como de absoluta segn- ridad, puesto que provienen del Agente del Lloyd en Buenos Aires, del ““Correio Brazliense" y de la “Gazeta de Lisboa”.
La “Gazeta de Lisboa", por ejemplo, recogía las noticias a propósito del incremento insospechado que adquiría el cor- so artievista eontra. Portugal, y, al publicerlas, eonsiguaba: “Bl Agente del Lloyd en Bnenos Aires exeribe eon fecha 1. de junio que el brick denominado “General Artigas" esta- ba pronto a salir en corso contra los navíos portugueses, con Carta de Corso del General Artigas.” 75
El segundo erucero de este corsario artigulsta se desarro Nó en el litoral brasileño, en la zona comprendida entre Río Grande y Río de Janeiro. 77
75 ''Gaceta de Lisboa”, N.° 239, del 9 de octubre de 1817.
715 Idem, ídem.
77 La información de que disponemos nos entera, en efec- to, de que este corsario atacó a la navegación costera del Brasil.
LOS CORSARIOS DE ARTIGAS 85
Debemos pensar que su actividad fué notoria y ane los apresamientos que llevó a eabo resultaron impertantes, ya que el gobierno portugués se vió precisado a disponer medi- das de seguridad y a organizar convoyes para eludir la ofen- siva de los corsarios, La prensa portuguesa, por su paite, s2 refería al “General Artigas" de la siguiente manera: “ Arti- gas equipó corsarios que han hecho algunas presas en la na- vepaelón costera del Brasil. Uno de estos corsarios llamado cl General Artigas fué apresado y llevado a Montevideo. Esta circunstancia obligó al Gobierno de Río de Janeiro a estable- eer convoyes para proteger la navegación costera de! Rra- sil.” 78
Una correspondencia de Artigas nos pone en presencia de un nuevo corsario: Ja goleta “Banda Oriental", Su actus ción en el Rio de la Plata debió ser bastante importante, ya que se llegó a expresar: “al mes de haber salido ha hecho euatro presas portuguesas, habiendo entrado en la Coicn'a una de ellas el 28 del pasado mes.” 79
Todavía, en este mismo año 1817, encontramos más no- tieias acerca del corso artiguista.
Así, en el mes de noviembre, el Capitán-Teniente Barro so, agente confidencial de Leeor ante Pueyrredón, le trasmi- tía a su superior una información relacionada eon un capitán que, durante dos años, se iba a eonstituir en una permanente preoeupación para el generalísimo portugués, Se trataba del capitán Pedro Doutant, francés de origen, quien, desde el 25 de octubre de 1814. había prestado servicios en la marina de Buenos Aires, alcanzando el grado de Subteniente 80; y el cual, ahora, se hallaba en esta ciudad vinculado a los miem-
18 “Correio Braziliense ou Armacen Literario”, va citado, Vol. XX, N.* 118, de marzo de 1818, págs. 312 y 313.
79 Oficio de Artigas al Gobernador Ver2, de 2 de diciembre de 1817, ya citado.
$0 Archivo General de la Nación Argentina, "Toma de Ra- zón de los Despachos Militires, Cédulas de Premio, Retiros. Em- rleos Civiles y Eclesiásticos, Donativos, ete. 1740 a 1821", Bue- nos Aires, 1925, pág. 242,
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bros de la “Sociedad Americana”, para conseguir una Paten- te de Corso, 81
Propietario de una goleta de gavias, la "María", el ca- pitán Doutant se disponía a operar en una zona extremada- mente conocida para él: el Río de la Plata y el litoral de Río rande, en donde actuara, anteriormente, en numerosas em- presas comerciales, 82 Esta nueva campaña de Doutant a bordo de la '*María" sería fuertemente lesiva para los intereses de Portugal.
Habienão obtenido las correspondientes patentes y con su nave en condiciones, Doutant zarpó del puerto de la Co- lonia, en octubre de 1817, hacia las costas del sur del Brasil para atacar, allí, al comercio portugués contra cuya bandera se le había autorizado ei corso. Francés el comandante, y con una tripulación integrada, en su mayoría, por hombres de esa misma nacionalidad, no es extraño que navegara arbolando su pabellón. $3
Los documentos de la época han permitido determinor la técnica de combate empleada por Doutant. Ésta consistía en aproximarse, eon la bandera, francesa al tope, hasta llegar a distancia de tiro de sus armas portátiles; y, una vez hecho eso, arriaba su bandera e izaba la de Artigas afirmándola —acto previo al abordaje, el cual se efectuaba si la tripula- ción del barco detenido no arriaha su pabellón de inmediato—- “con una descarga cerrada de fusilería” $4 dirigida contra el
S81 Este acercamiento se debía a que el Tribunal de Presas había desconocido sus derechos.
82 Archivo General de la Nación, Montevideo, Fondo ex- Archivo General Administrativo, Capitania de) Puerto, Libro Maestre de Eutradas de Buques, Libro N.* 95, asientos N.os 101 SEE
S3 ...'su tripulación era toda de Patriotas Americanos Orientales, de la que el Comandante y parte de la tripulación mostraban Ser franceses, en cuya lengua todos se entendían.”. Anais/Arquivo da Marinha / Ministério da Marinha-Río de Ja- neiro", ya citados. N.o 6, de diciembre de 1944, pág. 282.
81 "Anais/Arquivo da Marinha”, citados, N.o 6, pág. 280.
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personal enemigo a cargo de las piezas de artillería. Rendida la nave, se procedía, entonces, a adoptar las medidas para el apresamiento y embargo de su documentación, llaves, dinero, carga, ete. Disponíase, después, el traslado de los prisioneros (capitán, tripulación, pasaje) a la “María”, no admitiendo, Doutant, protesta de ninguna clase a bordo ni ficción, por parte de los apresados, de ignorar de quién eran prisioneros, pues, como le advirtiera al capitán de la “Boa Fé”, Cándido Fernández Lima, aquella bandera y la patente que traía eran de Artigas, el cual se encontraba en guerra con Portugal, y todo el que se opusiese eontra el mismo Artigas o contra sus determinaciones sería muerto instantáneamente. $5 Y, por último, se colocaba a bordo a la dotación de presa, navegando ésta en conserva eon el barco de Doutant. $6
La zona del litoral marítimo brasileño en que actuó Dou- tant durante este primer crucero dehe establecerse entre San Pedro de Río Grande y Río de Janeiro, vale decir, desdé el paralelo 24 al 33. 8; Allí apresó —de acuerdo con nuestras notieias— cuatro naves pertenecientes al comercio portugués: el bergantín “Despique do Sul”, las zumaeas “Boa Fé Dili- gente" y “Boa Fé”, y el bergantín “Triunfo”, 88
Esta exmpafia naval la llevó a cabo la “María” durante el mes de noviembre de 1817, y la primera nave que apresó al llegar a esa latitud fué el **Despique do Sul”, que había salido de Desterro, en la Isla de Santa Catalina, eon destino a Bahía. 89 Doutant lo alcanzó al día siguiente de la partida.
Los pormenores del apresamiento del “Despique do Sul” están consignados en la declaración que el capitán de la nave prestó ante las autoridades portuguesas, una vez que, puesto en libertad por Doutant llegó a Desterro, el 21 de noviembre de 1817. Transeribimos, acá, la versión española de esa de- elaraeión, conservardo rigurosamente el sentido de la misma:
$5 Idem, ídem, pág. 282.
86 Idem, ídem, pág. 283.
$7 Idem, ídem, págs. 281-283. SS Idem, fdem, págs. 280 y 281. $9 Idem, ídem, pág. 283.
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“El abajo firmado, Doniingo Fernández de Oliveira, Capitán del bergantín “Despigue do Sul" certifico, que saliendo de esta Isla de Santa Catalina el día 8 de corriente para la Ciu- dad de Bahía, faí el 9 apresado en la Latitud 26.54.8.-- Long. 331.15. a ja una de la tarde por la goleta “María?? Co- mandante Pedro Dantan, que le 1zó bandera Prancesa y cuun- do llegó a tivo de fusil, arrió dicha bandera e izó una de tres eolores blanca, azul y roja, hizo una descarga cerrada de fusilería y nos obligó a arriar nuestra bandera, declarándo- nos que éramos prisioneros de guerra, y echando !uego un bote vinieron a bordo e hicieron saltar a él al Capitán y cua- tro personas, que fueron conduridas a bordo de «dcha Coleta, retirando primeramente la patente de Navegación y demás pa- peles y llaves,
Preeuntéle el mencionado Capitán porqué bandera esta- ba apresado, respondiendo el Comandante que eran prisioneros de Artigas, puesto que dicha Goleta traía despachos de él los que nunca vimos, ellos decían ser partidarios de Artigas con quien los Portugueses se encuentran en guerra, pero la ler- gua en que se entendían era Francés, Retiraron todo el dinero que llevábamos y la mayor parte de la ropa. El día 12 retira- ron los comestibles de la Cámara y Castillo del Bergantín para a bordo de la goleta, y la ocuparon eon sus marineros arma- dos y forzando a eineo personas del equipaje del bergantín, los hicieron embarcar diciendo que irían para la Colonia, el m'smo día 12 los hicieron partir, y el resto del equipaje fué conducido a bordo de la Goleta, donde quedamos todos pre- sos. El día 13 viró la Goleta rumbo al Norte hasta el día 15. A las ocho de la mañana avistaron una vela, persiguiéndola y apresando al medio día una Znmaca que salió de Tguapó, denominada “Boa Fé Diligente”. En este mismo día avista: ron otra vela v apenas guarneeleron la zumaca tomada, per- siguiéronla y por la tarde la apresaron, por el Capitán de la mencionada que fué eondueido a la prisión donde él estaba, supo que era la zumaea “Boa Fé?” venida de Río de Janeiro, siendo las zumaeas eseoltadas siempre por la Goleta. El día 16 a las eineo de la tarde avistaron otra vela y a las ocho y media de la noche apresáronla, era el Bergantín “Triunfo”
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que salió de Río Janeiro pava esta Isla. El día 17 por la noche nos hicieron pasar a todos los prisioneros para a hordo del bergantín '"Priunfo", cl cual estaba desarbolado del mas- telero de velacho, cabos picados, aparejo y paño destruído, e intimó el eapitáu de la goleta al Capitán del bergantín, nos eonservásemos en su rumbo que era Sueste hasta el día si- ewente a las seis de la mañana, que los despidió y ordenó que signiesen para esta Isla y que si los encontraba en otro rumbo, serían duramente castigados, Desterro, 21 de Noviem- bre de 1817,” 90
Tan interesante declaración "ué complementada, el mis- mo día por otra de Fernández de Oliveira, en la que éste se refiere al origen de la documentación del corsario Doutant, así como a otros corsarios artieuistas —su desplazamiento; sus fuerzas— que se armaban y partían del puerto de ia Co- lonia. Sobre todo, tiene la virtud esta nueva declaración, de proporcionar uno de los pocos informes fidedignos acerca de Colonia, confirmando el apogeo que ésta alcanzara, como puer- to de corsa, durante el año 1817 Y agrega, también, la im- portante noticia de que Doutant, antes de hacer el corso con pabellón del Protector, estuvo al servicio de Buenos Aires, pero que, como se repitiera, en su perjuicio, lo que acababa de sucederle al capitán Dieter, a quien el Tribunal de Pre- sas declarara nulos los actos que realizó con el “Gráo Pará” y la “Carolina”, decidió incorporarse al corso artiguista, y Jogró su documentación en Colonia, Esta segunda declara- ción del capitán portugués dice así: “Declaro además que secretamente me confió un marinero portugués que aquella toleta había sido corsario de Buenos Aires y, como ellos tenían eonoeimiente, se había entregado un navío que habían apre sado; los Armadores de aquella cudad fueron a obtener Pa- tentes de Arligas para salir en Corso, y que el día de su par- lida de Coloma, iban a salir des Corsarios más, éstos muy bien armados y eon fuerzas para combatir eon cualquier fra- gata, y también alcanzó a ver ob mencionado marirero, aue aquellas presas iban después de pasar los cargamentos de con-
90 Idem, ídem, págs. 283-284.
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trabando en Buenos Aires, a refuziarse en la Colonia y que nada se hacía en ese punto con los cargamentos por no haber dinero para adquirirlos, Santa Catalina, 21 de Noviembre de 1817." 91 i
No faltó, el capitán Domingo Fernández de Oliveira, en un ápice, a la verdad, y podemos confirmar, igualmente, que su nave, el “Despique do Sul”, eon la tripulación de presa, tomó rumbo a Colonia. Si no llegó a este destino, ello se debió a que, en aguas del Río de la Plata, tuvo un encueniro con uno de los barcos de la fluta de Lecor, la corbeta “*Bsasaor”, la cual, como es de suponer, venció a aquella débil dotación y represó al “Despique do Sul”, trayéndolo a Montevideo, adonde entró el 18 de diciembre de 1817. E] testimonio de este hegho Jo hallamos en el Libro de Salidas del Puerto, en donde se consigna, con motivo «de la partida del Despique ao Sul” en lastre para Río de Janero, cl 29 de mayo de 1818, la si- guiente anotación: “Entró ea este Puerto el 18 de Diciembre ppdo. Este buque fué apiisado por un corsario de Buenos Aires y represado por la Corveta “Boador” de S. M. F. por ]a que fué eondueidc a este Puerto." 92
Por su parte, los ctros capitanes mercantes también co- rroboraron las manifestaciones de Fernández de Oliveira, al formular, ante la misma autoridad portuguesa, sus denun- cias y protestas. El capitán de Ja “Boa Fé Diligente". por ejemplo, expuso: “E) abajo firmado Francisco José da Silva, Capitán de la Zumaca “Boa Fé Diligente” certifica, que su liendo del Puerto de fguapé el día 13 del corriente mes eon destino a la Corte de Río de Janeiro fué a los dos días de viaje apresado en la Latitud de 24.15.5.Long.33.50, el día 15 del corriente mes, a las 2 de la tarde por la Goleta “María”,
91 Idem, ídem, pág. 284,
Por otra parte, sólo tenemos noticia de un corsario salido, en el mes de diciembre, de la Colonia: “La Fortuna”, de Juan Clark, que recibió su patente el 19 de noviembre de 1317 y par- tió, naturalmente, después que la nave de Doutant. -
12 Archivo General de Ja Nación, Montevidec, Fonade ex- Archivo General Administrativo, Salidas del Puerto, 1805-1821, libro N.* 96, «siento N.e 122.
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Comandante Pedre Dantan, que izó bandera Francesa y cnan- do llegó a tiro de fusil, arrió dicha bandera e izó una de tres colores blanca. azul y roja, haciendo un disparo de fusil, y me obligó a avriar la bandera Portuguesa, declarando que me hallaba prisionero de guerra y lanzando en seguida un bote vinieron 4 bordo entre tanto seis personas, dejándome tres, volvieron los demás, haciéndome ir después a la popa de la mencionada Goleta, hasta que a las cuatro de la tarde luego que tomaron la zumaca “Boa Fé” que venía de Río de Janeiro, volvieron a mi bordo a tomar razón de mi Paiente de Navegación, papeles y todo lo demás que se hallaba a bordo y colocande dos hombres más de la tripulación de la Goleta me hicieron seguir su rumbo, habiendo tomado el día 17 el Bergantín “*Triunfo” que venía de Río de Janeiro, me hicie- ron pasar para a bordo de dicho bergantín eon toda la tripu- lación par, seguir después eon los demás que se hallaban a bordo de la Goleta, para esta Isla de Santa Catalina, 21 de Noviembre de 1817. Francisco José de Sa.” 93
Todas estas declaraciones coincidentes evidencian la ac- tividad y destreza de la tripulación de la “María”, que pa- saba de un abordaje a otro sin perder eficiencia, asi como tain- bién que el capitán Doutant eumplía todos los requisitos ext- gidos, ajustándose al Reglamento de Corso zl que estaha so- metilo.
En particular, la declaración del capitán de la ** Boa. Fé" es doblemente importante, ya que se refiere a dos elementos acerea de los cuales siempre existieron dudas: las tripulacio- nes y las banderas, A este respecto, ella e: bien concreta y se encuentra expresada en términos que trasuntan, sin duda. lo que su autor observara en el terreno de los hechos, durante Ja civeunstancia. ““El abajo firmado Cándido Fernández Lima, Capitán de la Zumaca “Boa Fé" certifica que saliendo de la Corte de Río de Janciro el día 13 del corriente mes, destinado al Puerto de Río Grande de San Pedro, fuera a los dos días de viaje apresado en la Latitud de 21”.15.8.1,.33.5.2 siendo abordada y atacada con fuerza armada hacia la una de la tar-
93 "Anais,/Arquivo da Marinha”, citados, pág. 283.
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de por la Goleta “María”, Comandante Pedro Dautan, así de- cía o dijo que se llamaba, nos izó bandera de tres colores a sa- ber azul, blanca y roja de lado a lado, y con fuerza ar- mada nos obligó á que arriáramos nuestra bandera y pasuade á nuestro bordo obligó al Comandante de la zumeaca a pre- sentar la Patente Real y todos los papeles reservados y adus- fiándose de las llaves hizo pasar a su bordo al Capitán y tres pasajeros y allí nos comunicó que éramos todos prisioneros de guerra y que juntos la zumaea y todo su cargamento eran buena Presa, a lo que contestó el Capitán de la zumaca que no se consideraba prisionero ni la zumaca Buena Presa por no estar en guerra eon Nación alguna y que le permitiese a él, Comandante, la libertad de protestar por todos los perjui- cios y daños y certificarle dicha protesta, respondió a esta que cuando cl Capitán de la zumaea quisiera protestar eontra él sería cuando estuviera eon toda su tripulación fuera de los portalones de la Goleta y habiéndole hecho.ver el Capitán que desconocía aquella Bandera, declaró que aquel Pabellón y la Patente que traía eran de Artigas, el cual estaba en guerra con Portugal y que todo aquel que se opusiese contra el mis- mo Artigas y sus determinaciones sería inmediatamente muer- to, y que su tripulación era toda de Patriotas Americanos Orientales, pero que el Comandante y parte de la tripuiae'ón mostraban ser franeeses en euya lengua todos se entendían. Jlaciendo pasar a bordo al Capitán de dicha zumaca, obligólo a abrir baúles, cajas y a entregar el resto de los papeles y e! dinero que traía euva cantidad ascendía a 5 eontos y 70.001 reis, y pasando a la bodega descosieron fardos, atados, vom- pieron cajones. Allí estuvo el Capitán de la zumaca hasta el día 16 del presente por la mañana que lo hicieron pasar con los demás, luego de haber sido registrados, para a bordo de la Goleta; dende encontramos prisioneros de dos embarcacio nes más, siendo una el Bergantín “Despique do Sul" y la zumaea “Boa ré”, el Contra Maestre de Ja misma y todos los eselavos que aleanzaban a 62, siendo nuevos 54 y 8 ladinos, El mismo día 16 entró en la prisión en que nos hallábamos e] Capitán del Bereantín “Triunfo”? salido de Río de Janeiro el mismo día que nosotros, allí nos conservamos hasta ei día
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17 por la noche, que nos hicieron pasar a todos los prisioneros a borde del Bergantín '"Triunfo" al cual vimos desarbolado del mastelero de velacho y al saltar a bordo, encontramos cabos, aparejos, velamen tode destruído y eorindo. Nos indicó el Comandante de la Goleta que nos conssrváramos en su rumbo hasta el día, el que era S. S. B. a las 6 horas de la mañana del día 18 nos despidió y ordenó que siguiéramos para Santa Catalina y que si nos encontraba en otro rumbo, seríamos todos castigados, Y por ser verdad lo que declaró establecieron su Protesta el día 18 del corriente, «hee, por faltarle absolutamente la libertad de hacerlo e] día en que fueran atacados, V.a de Desterro, 21 de Noviembre de 1817. Cándido Ferrández Lima. Lt" Teniente.” 94
A las Geclaraciones de estos capitanes, formuladas en Desterro después de ser puestos en libertad por Doutant, se les asignó por las autoridades de la Capitanía tanta impor- tancia que óstas iniciaron, de inmediato, ante el Ministro de Gobierno, Thomás Antonio de Vila Nova Portugal, gestione: para Icerar que se pusiera en pie de defensa a la Isla de Santa Catalina, así como a los puertos de la costa, hasta en- tonees inermes,
La primera noticia que se conoció en Desterro acerca de los apresamientos llevados a cabo por el corsario artiguista en el Atlántico Sur la tuvieron las prop'as autoridades enar- do vieron entrar a puerto al bergantín “Triunfo” desarbciado y con todas las trazas de una navegación penosa, conduciendo treinta personas a bordo, Pero, si grave cra lo que esas con- diciones denotaban, mucho más grave aún resultaban las no- lieias que traían los tripulantes de esa nave a propósito do semejante arribo,
En este sentido, nada podía s'gnifiearnos, eon más exac- titul, el estado de confusión y de temor generado por la com- probación de la real amplitud de la actividad del corsario de Artigas, que la propia comunicación de las autor dades ai Ministerio, “Tlustrísimo y Ekeelentís mo Señor: Tengo la honra de participar a V. E. one el día 20 del presente mes,
9! Idem, ídem, págs. 281 y 282.
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entró desarbolado en el puerto de la Armadilla de la Barra del Norte de esta Isla, el Bergantíu “Triunfo” del que es Capitán Manuel José da Silva, perteneciente a la Compañia de las Ballenas; este Bergantín habiendo salido de esa Corte el día 13 de este mismo mes, fué apvesado por la Goleta “María”, de la que es Comandante Pedro Dantan que después de despojarlo de todo, vino a bordo del mencionado Bergan- tín y saquearon a todos los pasajeros, piearon todo el aparejo, colocáronle treinta y tantas personas de otras tres embarca: ciones que habían apresado y ordenó el mencionado Coman- dante Pedro Dantan, al Capitán del referido Bergantín “Triunfo”, que siguiese en direceión a Santa Catalina. Las otras embarcaciones que fueron apresadas por el mencionado Pedro Dantan son: el Bergantín **Despique do Sul”, que ha- bía salido de aquí, cargado de productos del país para Babía cuyo testimonio del Capitán, consta en el documento incluído N^ 1. La zumaca “Boa Fé Diligente” que había salido de Teuapé destinada a esa Corte, como consta del documento N. 2 y la zumaca “Boa Fé”, que había salido de esa Corte para Río Grande, cargada de esclavos como consta de la de- claración del Capitán en cl N.” 3, Estas tres últimas embar- caciones fueron llevadas por la Goleta “María”, Dígnese V. E. considerar además la declaración que hace el Capitán de la Zumaca “Boa Fé" Cándido Fernández de Lima en el docu- mento n." 4, Esta Goleta “María” luego que avistaba las em- bareacienes, izaba una bandera francesa y cuando llegaba a tiro de armamento portátil, arriaba esta bandera e izaba un Pabellón de tres colores blanea, azul y roja, que deeía cl Co- mandante ser la Bandera de Artigas, eon cuyas Patentes an- daba en Corso, En esta misma oportunidad escubí al Marqués de Alegrete, Gobernador y Capitán General de la Capitanía de San Pedro comunicándole esta novedad, para en consecuen- cia tomara aquellas providencias que fueran convenientes, respecto a las embareaciones que tuviesen que salir de los Puertos de aquella Capitanía. Como aquí se hallaba el Brick “Real João” del que es Comandante el 1, Tenente Joaquín Bento da Franca, perteneciente a la escuadra de Monte Video, lo hice salir inmediatamente para aquel Puerto, y por él,
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oficio al General Carlos Pederico Leeor, comunicándole esta noticia para su gobierno, al cual mandé proveer de dos piezas a las embarcaciones mercantes, algunas armas, pólvora y ba- las, Me encuentro obligado a exponer a V. E. que se hace in- dispensablemente necesario un Brick de Guerra, armado, para mantenerlo en este Puerto y hacer algunas salidas a fin de dificultar y repeler cualquier ataque, que pretendieran los Cotsarios, inferir a algunas embarcaciones de esta Capitanía, y aún para hacer respetar este Puerto y llevar cualquier par- ticipación importante que las circunstancias hicieran necesa- rias a S, Magestad, Es además mi deber participar a V. E. que el poco armamento tanto de Infantería como de Caballe- ría, que existe en esta Capitanía no se halla en estado de ser- vicio y que para la caballería no hay una sóla espada. Los fuertes están muy arruinados y por falta de dinero me veo imposibilitado de mandarlos reparar, las piezas que son de hierro easi todas están comidas del herrumbre: ruego por lo tanto a V. E, tenga a bien dar sus órdenes, para que esta Ca- pitanía sea abastecida tanto de armamento, como de dinero para la reparación de los fuertes, que tan necesarios son para la defensa de esta Capitanía, Por tanto espero que V. Ji. atien- da buenamente este pedido mío, pues me veo sin recurso al- guno de defensa, en una Capitanía eomo ésta; destituida de tropa y de todo lo necesario para defenderla. Dios guarde a V, E. Santa Catalina 21 de Noviembre de 1817, Iiustrísimo y Tixcelentísimo Señor Thomas Antonio de Vila Nova Portu- gal.” 95
Por último, y todavía en torno del ''Despique do Sul”, debemos agregar que, a su arribo a Montevideo, se promovió una importante demanda la cual se tramitó ante el Real Con-
sulado. 96
95 Idem, ídem, págs. 280 y 281.
96 “Real Consulado. Demanda entre d.n Joss Gomez Ribel- ro y d.n Manuel Fern.z de Lima sobre qual ha de hacerse cargo del Bergantín Fortugués nombrado Desrique do Sul, de la pro- piedad de d.n Seferino José Pinto de Magallanes y su socio d.n José Antonio Tavares.” en el Juzgado de 1.2 Instancia en lo Ci- vil de 2.2? Turno, Montevideo, Año 1818, N. 619.
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En efecto. Cuando João Affonso Nietto, capitán de la "Boador", informó del represamiento a las autoridades por- tuguesas, la nave fué reclamada por Don José Gómez Ribeiro, al tiempo que se planteaba igual solicitud por parte de Don Manuel Fernández de Lima, quien manifestó que lo hacía en nombre de los dueños de aquélla, Don José Pinto de Magalla- nes y Don José Antonio Tabares, residentes en Río de Janci- ro. La demanda, sustanciada ante el Real Consulado, está encabezada por la copia autenticada de las actuaciones produ- cidas en Santa María de Desterro con motivo de las denur- cias de los capitanes damnificados; y consta, asimismo, la sentencia del juez Ovidio Saraiva de Carvalho e Silva, dic- tada el 3 de diciembre de 1517, y por la cual se justificaba la conducta del capitán Domingo Fernández de Oliveira, y se disponía que se expidiesen las constancias dol caso, ?7
Leeor reclamó ante el Director Supremo, ya que deseon- taba que las presas serían llevadas a Buenos Aires; pero, sa- biendo cuál era el pensamiento de los corsarios respecto a la actitud de Pueyrredón, y cabiendo la posibilidad de que las enviaran a los puertos patriotas de la Banda Oriental o de Entre Ríos, declaró el bloqueo a los puertos de Artigas, Esta resolución la comunicó al Ministerio, en Río de Janeiro, en los siguientes términos: “Para ponerme en guardia contra algún caso fortuito a que pudiesen dar lugar las operaciones de Entre Ríos, para impedir que los piratas de Artigas He- vasen & aquellos puertos las presas que nos hiciesen, como pretendía efeetuarlo un francés de nombre Doutant, que con patentes de él nos tomara algunas zumacas, las dos llamadas Boa Fe, que han sido detenidas por el Gobierno de Buenos Aires y ya fengo reclamadas. Para evitar que algunos atre- vidos especuladores suministren armamentos y municiones dle guerra a los Orientales y ultimamente para cortar la expor- tación de frutes del país y libre cowerc'o desde el puerto de la Calonia, boca del Uruguay y más puertos de aquella costa; declaré bloqueados los d “chos puertos, declarando 1ambién que el mismo no se entendía eon los barcos de guerra de Buenos
27 Idem, ídem, folio 26,
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Pabellón izado por el corsario Pabellón izado por un corsario artiguista “Confederación” artiguista al realizar un apresa- miento en la capitanía de Ceará
(Ver pág. 199)
Catavientos izado a tope de los tres polos dei corsario artiguista “Valiente”
LÁMINA Il
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Aires y que respecto a sus